Experiencias Docentes: ¿Qué significa ser tutor en mi unidad docente?

Juan José Pérez Valencia

Tutor de Medicina de Familia y Comunitaria

Centro de Salud de Santa Úrsula.

Unidad docente de medicina de familia y comunitaria

“La Laguna-Tenerife Norte”

 

Resumen: Este ensayo ofrece la visión de un tutor de residentes en su labor de capacitación para la resolución de problemas complejos, como muchos de los que tiene el médico de familia. El autor resalta el concepto de lo que se puede denominar “la especialización de lo general”, es decir detectar y transmitir a los aprendices de generalistas lo especializado de su trabajo como tales. La amplia experiencia de tutorización de este en el seno de una UD que ha hecho de este enfoque sus señas de identidad, hace valiosisimas las recomendaciones operativas que nos propone, entre ellas: espacios de tutorización específicos, la autonomía del residente para organizar su agenda, la necesidad de adaptar los sistemas de registro al método clínico usado (centrado en el paciente/familia y no al de necesidades burocráticas opacas),…entre otros.

Introducción

Cuando escribo este artículo, estoy tutorizando a mi décimo séptimo residente, por lo que a lo largo de estos años, como podrán suponer, mis experiencias con los residentes han sido tan numerosas y variadas, como los métodos que he empleado para tutorizarlos. Tener tantos residentes “a mis espaldas”, podría situarme en la posición de un tutor experto que tiene las ideas muy claras sobre cuál debe ser la mejor manera de tutorizar a médicos de familia. Nada más lejos de la realidad, pues mi balance a día de hoy es que como tutor he tenido más voluntad e interés que conocimientos, y que he sido más osado y hábil que verdaderamente experto. Lo que sí me concede todo este tiempo, es la suficiente perspectiva para reconocer y valorar los cambios acontecidos a nuestro alrededor: nuevo programa, ampliación de la especialidad, tutoría desde R1 y continuada a lo largo de los cuatro años, más tiempo de rotación en atención primaria, tutoría simultánea de varios residentes…etc. A mi juicio, todos estos cambios han tenido consecuencias positivas para la especialidad y sin ninguna duda han reforzado la figura del tutor dentro del proceso formativo, pero este aumento de protagonismo ha tenido también su contrapartida, pues paralelamente se han incrementado de forma importante el nivel de responsabilidad, la dedicación y la complejidad de la labor tutorial.

A la luz de estos cambios, y aprovechando mi experiencia, en este artículo me centraré en los aspectos que considero más significativos en la formación de residentes y que son guía de la acción tutorial en la Unidad Docente a la que pertenezco.

EL OBJETIVO ES FORMAR ESPECIALISTAS NO SOLO GENERALISTAS:

Durante mucho tiempo pensé que mi objetivo como tutor era facilitar que mis residentes adquirieran los conocimientos y las habilidades clínicas necesarias para atender las patologías más prevalentes en atención primaria. Si además, conseguía que alguno hiciera diagnósticos más sofisticados que le permitieran detectar y abordar patologías menos frecuentes, consideraba que estaba ante un residente excelente que había alcanzado ampliamente sus objetivos. Sin embargo, he observado cómo residentes con amplios conocimientos clínicos, se sentían frustrados porque no conseguían aplicarlos en la práctica o lo hacían sin conseguir los resultados esperados: “De qué me vale saberme la migraña, si al final la acaba tratando el neurólogo”, o “no entiendo qué más puedo hacer por este paciente que está perfectamente diagnosticado y tratado”, son ejemplos de comentarios que me hacían, y aún me hacen, los residentes y que en alguna medida reflejan una falta de correspondencia entre sus competencias médicas (en la esfera biológica) y su capacidad resolutiva.

Sin embargo, la Medicina de Familia también está incluida en un programa de formación especializada y las especialidades sólo tienen sentido si se sustentan en el dominio de unos conocimientos y unas técnicas específicas que le son propias. Por tanto, el residente de medicina de familia no se puede conformar con el aprendizaje de unas habilidades clínicas generales, que pertenecen a otras especialidades, sino que tiene que centrarse en unos métodos específicos que le son propios y que son los que verdaderamente le configuran como especialista. Como nos gusta decir en nuestra Unidad, “no somos especialistas en lo que hacemos sino en cómo lo hacemos”,  es decir en nuestros métodos de trabajo y más concretamente en la aplicación a nuestros casos de las habilidades del método clínico centrado en el paciente (MCCP): valoración de la “experiencia de enfermedad”, valoración del contexto social, atención familiar, diagnóstico comportamental, el trabajo por problemas, los planes de cuidados, atención a riesgos, estrategias y técnicas específicas de comunicación …etc.

En la medida en que el residente vaya incorporando en su práctica estas técnicas, irá también experimentando cómo se modifica su visión del caso y conseguirá una mejor comprensión del mismo, lo que le situará en disposición de encontrar soluciones más realistas y adaptadas a las personas que atiende y no sólo a las enfermedades que padecen. Este nuevo enfoque contribuirá a mejorar su capacidad resolutiva, y a que se empiece a reconocer también como especialista.

El tránsito de una tutoría centrada en la clínica general a otra más centrada en la clínica específica de la medicina de familia, supone un gran reto pues exige de nosotros, además de un cambio de actitud, que incorporemos de forma sistemática en nuestras formas de trabajo las habilidades del MCCP y que organicemos la consulta para que también lo pueda hacer el residente.

LA CONSULTA DEL TUTOR DEBE FACILITAR EL APRENDIZAJE DE LO ESPECÍFICO

El programa de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, establece que la consulta del tutor, es el lugar básico de aprendizaje de las competencias esenciales y específicas de la especialidad. Sin embargo, por diferentes razones, las consultas docentes muchas veces no reúnen las condiciones necesarias para el aprendizaje de un médico inexperto como suele ser el residente. Por tanto, es labor del tutor modificar, en la medida en que le sea posible, los escenarios en los que trabaja y hacer los cambios necesarios que permitan al residente progresar en su desarrollo competencial. En otras palabras, tendrá que adaptar la consulta para que el residente pueda aplicar el “método clínico centrado en el paciente”, cuando atienda a sus pacientes.

En este sentido, los tutores de nuestra Unidad, hemos puesto en marcha un proceso de reflexión sobre nuestras formas de trabajo en la consulta y cuáles serían las adaptaciones necesarias para facilitar el ejercicio y la enseñanza de las competencias específicas de la Medicina de Familia. El fruto del mismo es un documento que recoge las bases que debe tener una consulta para que pueda ser docente (Un decálogo para la consulta del tutor) y las siguientes son algunas de sus principales recomendaciones:

.- Hay que trabajar la atención socio-familiar con método.

La consulta del tutor debe disponer de un sistema de registro y archivo de datos específicos del contexto sociofamiliar de los pacientes, que incluya los Genogramas.

.- Hay que aumentar el control sobre los más enfermos.
Se debe elaborar un registro de morbilidad del cupo, que permita identificar y clasificar a los pacientes con enfermedades crónicas, para posteriormente organizar su atención.

.- Hay que controlar las entradas al cupo.
Es preciso establecer un protocolo de coordinación entre el pediatra y el médico de familia que garantice la continuidad de cuidados en el momento de la transición de los adolescentes.

.- El residente debe organizar su propia agenda.
De forma que pueda dedicar una parte importante de su jornada laboral, a pacientes citados en los que, con suficiente tiempo, poder aplicar progresivamente el MCCP en toda su amplitud:

.- Hay que coordinar las agendas de la UAF.
Con la finalidad que el residente aprenda y aplique los métodos del trabajo en quipo, el tutor hará periódicamente reservas de agenda, que coordinará con enfermería, para planificar la atención a los pacientes que más lo necesiten.

.- El MCCP exige compartir los casos.

La práctica centrada en la persona exige un trabajo reflexivo que se ve muy enriquecido, tanto en el análisis como en la toma de decisiones, cuando los casos se comparten con otros profesionales. Por este motivo, es preciso organizar espacios y tiempos para incorporar a otros compañeros a la discusión de los casos.

.- Las sesiones reflejarán los métodos propios de la especialidad.
En las sesiones clínicas se tiene que notar que los casos son atendidos por médicos de familia, por lo que será obligado presentar información relativa a la “vivencia de enfermedad” y al contexto personal y social del paciente.

.- Hay que integrar la MBE en la toma de decisiones en consulta.
Con la finalidad de dar respuestas fundamentadas a las dudas o dilemas que surgen en la práctica, se deben introducir herramientas y cambios organizativos en la consulta, que faciliten que las actividades de búsqueda de información de calidad se realicen durante el trabajo.

 

LA TUTORIZACIÓN REQUIERE PLANIFICACIÓN Y MÉTODO

Las competencias que un residente de medicina de familia debe conseguir  a lo largo de su formación no se adquieren solamente rotando en la consulta del tutor, por muy organizada que esté, y en los diferentes servicios de atención especializada. Sobre todo en estos últimos, donde ni la actividad clínica ni la docente suele estar orientada hacia las necesidades de formación de un médico de familia, un residente insuficientemente tutorizado puede desviarse fácilmente de sus objetivos.

Por ello, debemos tener siempre el programa de la especialidad como guía principal de nuestra acción tutorial y crear en el residente la necesidad de supervisar periódicamente el cumplimiento de los objetivos que marca y reforzar su voluntad por conseguirlos.

En esta dirección van las tutorías periódicas que debemos realizar siempre que los residentes cambian de servicio, y que tienen la finalidad de revisar el cumplimiento de los objetivos de la rotación finalizada, analizar las dificultades encontradas en su cumplimiento y preparar la estrategia para la próxima rotación. En estos encuentros podemos comprobar no sólo la satisfacción del residente con la rotación, sino lo que es más importante, si ha alcanzado realmente las competencias que marca el programa. Para conseguirlo, debemos poner en práctica una metodología que, sin descuidar los aspectos relacionales tan importantes en la formación,  permita identificar de forma objetiva la existencia de déficits formativos y si se detectan,  establecer un plan de recuperación de los mismos.

En nuestra Unidad estas tutorías las realizamos de forma planificada (con calendario anual) y estructurada (con guión): el tutor y  su residente se organizan para pasar juntos toda una jornada en el centro de salud. El tutor organizará ese día la consulta de manera que el residente desarrolle una actividad clínica relacionada con la rotación realizada, así podrá comprobar de forma más objetiva la consecución de competencias, pues no es lo mismo saber responder a preguntas que demostrar saber hacer en la práctica.

Pero también es esencial seguir el programa de la especialidad cuando el residente rote en el centro de salud. Aquí el problema principal no es tanto evaluar, pues estamos observando directamente al residente, como conseguir que trabaje como un médico de familia y vaya incorporando de forma progresiva sus métodos y habilidades específicas. En nuestra unidad nos apoyamos en unas programaciones elaboradas y consensuadas con la participación de los tutores. Estas programaciones son una “traducción” de los objetivos del programa, a tareas y actividades concretas que debe llevar a cabo el residente para poder alcanzarlos. En mi opinión, estas programaciones, con sus actividades temporalizadas y adaptadas a las rotaciones sucesivas en atención primaria, están siendo de gran ayuda pues orientan al residente y facilitan la tutoría de las competencias específicas de la especialidad.

Si tuviera que hacer una síntesis, diría que los tutores de nuestra unidad nos hemos propuesto como misión, formar residentes que terminen sintiéndose especialistas en Medicina de Familia, orgullosos de serlo y convencidos de que su valor va a depender esencialmente de su compromiso con las personas que atienden. Sabiendo además, que este compromiso no debe ser sólo una actitud humana bien intencionada, sino que se debe plasmar en la aplicación real de unos métodos y unas formas de trabajo. En este contexto, ser tutor significa en primer lugar ejercer en la práctica los valores de la profesión, para que los residentes, que nos tienen como sus modelos más próximos, los puedan visualizar. Y en segundo lugar, facilitarles las herramientas y los espacios adecuados para conseguir que también ellos los puedan experimentar durante su formación, de manera que los hagan suyos y los incorporen en su práctica como médicos de familia.


     

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