¡La verdad, toda la verdad y… nada más que la verdad!

Pedro Gargantilla. Universidad Francisco de Vitoria

Resumen: La verdad, desde un punto de vista filosófico, implica una relación entre un sujeto (inteligencia) y un objeto (realidad), en donde existe una plena concordancia entre el pensamiento y lo real.

The truth, the whole truth and … nothing but the truth

Summary: The truth, from a philosophical point of view, implies a relationship between a subject (intelligence) and an object (reality), where there is a full concordance between thought and reality.

Se entiende por verdad a la concordancia que existe entre lo que se dice, se piensa, se cree y la realidad. A priori esta definición parece no acarrear grandes problemas para la vida cotidiana y la profesional, pero lo cierto es que cuando se la analiza de una forma más profunda está llena de limitaciones.

¿Qué hacemos con los pacientes oncológicos? ¿Les decimos la verdad o recurrimos a una mentira piadosa? En la relación médico-paciente la información produce miedo, mucho miedo, a veces más que la propia enfermedad. ¡Cuántas veces cuando los pacientes llegan a las consultas dicen que tienen más miedo “a lo que les van a decir” que a lo “que tienen”! De hecho, el cáncer vive en una geografía de grises en la que los eufemismos acampan a sus anchas. ¿Cuántas veces hemos leído en las necrológicas que murió después de “una larga y penosa enfermedad”?

La verdad es proceso y, al mismo tiempo, resultado del devenir humano. Un producto de la actividad del hombre, de la praxis y de valores que intercambia con otros sujetos. 

Se calcula que el Homo sapiens miente, por término medio, cada tres minutos. Alguien dijo una vez que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Sin embargo, por mucho que a los pacientes les repitamos una y otra vez que aquello no es “más que una mancha” y que, por tanto, “no hay que preocuparse por ello” no se acabará convirtiendo en una verdad. En este caso, desde el principio hasta el final, no dejará de ser una mentira piadosa. 

Y es que, desgraciadamente, como dice el filósofo italiano Gianni Vattimo en su libro “Adiós a la verdad” la mentira toma en muchas ocasiones el mando de nuestras vidas. En cierta ocasión el escritor Mark Twain afirmó que hay tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. A lo cual George Orwell respondería tiempo después que la verdad no es cuestión de estadísticas.

No deja de ser curioso que etimológicamente el vocablo “mentira” derive del indoeuropeo “men-”, que significa pensar, mente. Y es que la verdad se entiende como algo espontáneo que se basa en decir lo “que se ve”, mientras que para mentir es preciso tergiversar el “pensamiento”.

En concepto de verdad es uno de los grandes temas de la filosofía y fue materia de estudios de grandes pensadores como Platón o Descartes. Para el primero el mundo es un reflejo imperfecto del “mundo de las ideas” en el cual la verdad era una idea a alcanzar junto al de la belleza y el bien. Del mito de la caverna podemos extraer dos lecciones, por una parte, que la gran mayoría de la humanidad se contenta en vivir en un mundo de apariencias, por otra, que la verdad y la luz son la única realidad, porque es todo lo que vemos.

Los griegos veneraban la verdad, a la que llamaron “aletheia”, un concepto filosófico que hace referencia a la sinceridad de los hechos y la realidad. Para los griegos aletheia es la acción de desvelar, correr el velo para que aparezca lo que está oculto, en definitiva, hacer patente lo latente. Por este motivo, para un griego la expresión “la verdad desnuda” sería una redundancia. En nuestro ámbito, la aletheia consistiría en desvelar a los pacientes los resultados de las pruebas diagnósticas.

Los griegos emparentaron aletheia con Leteo –de lethe, olvido- uno de los ríos del Hades. Según la mitología, todo aquel que bebe de sus aguas su cerebro borra todo tipo de recuerdos, de forma que a partir de ese momento decir la verdad resulta a todas luces imposible.

En la Edad Media, San Agustín da un paso más al afirmar que la “verdad es Dios”. Esta definición esconde una explicación platónica al afirmar que la verdad reside en que el ser se revela e ilumina al intelecto humano con su luz. 

Retornando a nuestro caso concreto, si consideramos el principio de justicia y de autonomía de los pacientes, la mentira, en cualquiera de sus formas, es inadmisible ya que trasgrede los derechos de los enfermos. Por ese motivo, la aletheia debe prevalecer como esencia de la relación médico-paciente.

Bibliografía

1. Audi R. Diccionario Akal de Filosofía. Ediciones Akal 2004. 

2. Dewitt R. Cosmovisiones. Una introducción a la historia y la filosofía de la ciencia. Biblioteca Buridán, 2010. 

3. Marinoff L. Pregúntale a Platón. Editorial de Bolsillo 2005. 



     

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