Hoy fue un dia atípico
Julieta Andrea Araya
Alumna del último año de la carrera de Medicina de la Facultad de Medicina de Tucumán. Pasantía de Santiago del Estero (Argentina).
Lo que aparece a continuación es el extracto de la descripción que hace esta alumna en su portafolio sobre su vivencia de dos hechos aparentemente simples, cotidianos y desde el punto de vista asistencial “intrascendentes”. Estos hechos generan en la estudiante un proceso de reflexión interna que la lleva a un aprendizaje actitudinal clave en su formación. Aparecen destacados valores como la amabilidad, la generosidad, la angustia, la empatía…
En el primer caso, la práctica de la estudiante la conduce hasta la casa de una familia bajo su responsabilidad. Esa experiencia tan intensa, incluye un hecho que en nuestras tierras es casi un pacto de amistad: compartir un mate. Sella un pacto de amistad familia – médico, y permite a la alumna ponerle un rostro humano a un número frío dentro de la estadística poblacional de su barrio.
En el segundo caso, una consulta habitual y cotidiana se complementa con la sensibilidad de percibir el contexto de una madre angustiada, sola y alejada de su hogar. Aparece la incertidumbre por la propia actuación profesional, pero también una conexión entre la estudiante y la madre por la la experiencia de miedo compartida entre ambas de profundas consecuencias para la formación como médico de la primera.
Jesus Bazán (Tutor de medicina de familia)
Hoy fue un día atípico.
Fuimos a visitar con nuestro tutor el área de responsabilidad de la Unidad Primaria de Atención Sanitaria (UPAS) de Misky Mayo donde realizo mis prácticas de Salud Familiar y Comunitaria.
Me encanta conocer las zonas desconocidas, te hace tomar conciencia de que es importante romper la “burbuja interna” en la que estamos inmersos, y ver más allá de nuestras narices.
Yendo por la ribera del rio llegamos a una casa, la familia Vásquez. Nos recibieron con mates y mucha charla. Una familia numerosa, como tantas de la zona pero esta tenía algo particular: la amabilidad.
En un solo terreno habían edificado cuatro casas, pero todos comían en la misma mesa, todos juntos. Nos contaban que los domingos se juntaban los que vivían ahí y los que no, y después hacían guitarreadas, tomaban mate en fin, tenían “alma de familia”.
Lo primero que pensé cuando entré en esa casa y nos atendieron tan bien, es cómo se chocan las realidades que nos tocan vivir a nosotros con las de ellos. Te hacen sentir como en su casa, te dan hasta lo que no tienen, con humildad pura, con tanta generosidad. Ahí te das cuenta que la calidad de persona es ajena a cualquier clase social y que se construye día a día. Quizás ellos no tenían nada, pero cuando estás ahí te das cuenta que tienen todo para ser felices…
Otro día, casi terminando el horario de atención de consultorio, nos llama el enfermero diciendo que había un paciente de 3 años que consultaba por fiebre de 38° C. Como todos los residentes de Medicina Familiar estaban ocupados, fui yo a verlo.
Estaba con su hermanito de 6 meses y su mamá, la cual parecía algo angustiada. Al realizarle la anamnesis a la misma, pude recabar que la fiebre tenía 2 días de evolución y que además presentaba astenia, cefalea y dolor abdominal.
El examen físico era normal: el niño estaba activo, respondía a órdenes simples, excepto por la faringe congestiva y eritematosa, y la fiebre que se mantenía en esos valores. Mis indicaciones: continuar con los antitérmicos y que la mamá le realizara vapor de agua para aflojar secreciones, además de líquidos por boca para que no se deshidratase.
Pensando que era una simple faringitis, el niño se fue a su casa y yo me quede tranquila. Al otro día volvieron a consultar de urgencia, y ahí me preocupe. Ahora el niño tenía 39° C, y estaba muy irritable. No le había bajado la fiebre con la medicación, ni con ningún método físico empleado. Cuando le realice el examen físico empezó mi incertidumbre, porque el niño estaba muy molesto, así que decidí llamar a un residente para que me ayudase.
La madre se encontraba muy angustiada y comenzó a llorar, comentando que eran de Jujuy y que estaban solos por que su marido era “trabajador golondrina”.
Ahí solo ahí pude sentir el dolor que tiene una madre cuando la ignorancia y el miedo se juntan, el no saber qué hacer, a donde concurrir. Me di cuenta que yo tuve ese mismo miedo cuando lo revise por segunda vez, que la paciente no se alejaba de mí, sino que estábamos unidas por un fin en común y era tratar de sanar a ese niño y volver a ver una sonrisa en él.
Cada vez me iba gustando más la Medicina Familiar…Es increíble como cambió mi visión acerca de lo que es vivir la Salud Pública. Hoy por fin entiendo y hasta me parece divertido llegar a la comunidad. Esta ciencia un poco absurda, casi abstracta llegó a encantarme, y me apasiona la manera en que se realiza el primer contacto con el paciente como persona y como familia.