¿Es posible cultivar la esperanza como una competencia clave en educación y práctica médicas?

Francisco Camarelles Guillem es médico de familia. Profesor asociado de la UAM. CS Infanta Mercedes. Madrid. Grupo de educación sanitaria y promoción de la salud del PAPPS de SEMFYC.
Resumen: El texto reflexiona sobre la esperanza como una competencia clave en medicina y educación médica. A partir de la experiencia con un paciente con cáncer de páncreas, el autor plantea que la esperanza no debe confundirse con optimismo ingenuo, sino que es una actitud informada y activa que puede tener efectos terapéuticos. Se exploran sus fundamentos neurobiológicos, su papel en la adherencia al tratamiento y su importancia tanto para los pacientes como para los profesionales. La esperanza, bien gestionada, puede mejorar la relación médico-paciente, la efectividad de los tratamientos y prevenir el desgaste profesional. Se destaca la necesidad de incluir la enseñanza de la esperanza en la formación médica a través de ejemplos clínicos, narrativa, habilidades comunicativas y modelos profesionales inspiradores. El texto concluye invitando a los lectores a reflexionar sobre cómo integrar y evaluar la esperanza en la práctica y en la formación de futuros médicos, como parte del arte de una medicina más humana.
Is it possible to cultivate hope as a key competency in medical education and practice?
Abstract: This text reflects on hope as a key competency in medicine and medical education. Drawing on the experience with a patient with pancreatic cancer, the author argues that hope should not be confused with naive optimism, but rather is an informed and active attitude that can have therapeutic effects. Its neurobiological foundations, its role in treatment adherence, and its importance for both patients and professionals are explored. Well-managed hope can improve the doctor-patient relationship, improve the effectiveness of treatments, and prevent burnout. The text highlights the need to include the teaching of hope in medical training through clinical examples, narratives, communication skills, and inspiring professional role models. The text concludes by inviting readers to reflect on how to integrate and evaluate hope in practice and in the training of future physicians, as part of the art of a more humane medicine
Antonio acudió a mi consulta hace un mes por aparición súbita de ictericia sin otros síntomas. Acudí a su domicilio hace unos días con la enfermera para hacer seguimiento de su reciente operación de cáncer de páncreas. Antonio y su familia estaban esperanzados con la curación de la enfermedad. Mi nefasta experiencia sobre la curación de otros pacientes con este tipo de cáncer me ha hecho reflexionar sobre el papel de la esperanza en la práctica clínica y en la formación médica.
En medicina y educación médica, la esperanza no es simplemente optimismo ingenuo, sino una postura informada y resiliente que motiva tanto a profesionales como a pacientes a comprometerse con el cuidado de la salud y la búsqueda constante de alternativas y soluciones.
La visita al domicilio de Antonio me ha permitido conocer más sobre su vida y su familia, poner a prueba mis habilidades comunicativas ante la grave situación, reflexionar sobre la incertidumbre del pronóstico y evolución, y hacer una reflexión ética sobre mi papel como cuidador, sobre la dignidad del paciente, y sobre los límites y posibilidades de la intervención clínica. Transmitir a los estudiantes de medicina todas estas inquietudes seguro que puede ser útil para fomentar la esperanza como uno de los elementos distintivos del «arte de la medicina»
Fomentar la esperanza puede considerarse una competencia profesional clave ya que esta es un arma terapéutica. Así queda reflejado en la editorial del BMJ del 2017 “Hope is a therapeutic tool” sobre la que reflexioné en una entrada del Blog Salud y Prevención PAPPS.
La editorial nos dice que, a pesar de la considerable atención prestada a la relación médico-paciente en la formación médica, tradicionalmente se ha descuidado a la esperanza. Muchos médicos todavía no tienen una idea clara sobre cómo utilizarla como terapia, al tiempo que se mantienen realistas y veraces sobre la incertidumbre, y la posibilidad de tener resultados de salud malos. El entrenamiento en habilidades de comunicación nos recomienda que evitemos decir: «Usted va a mejorar», porque raramente existe tal certeza y, en el caso de pobres resultados, las expectativas incumplidas erosionarán la confianza médico-paciente. Los médicos tememos ofrecer falsas esperanzas y podemos terminar ignorando por completo la cuestión de la esperanza. Esto es particularmente desafiante para aquellos de nosotros que cuidamos pacientes con enfermedades crónicas y progresivas; tememos ser considerados incompetentes cuando no tenemos tratamientos curativos que ofrecer.
Pero dar esperanza al paciente también afronta barreras y desafíos. La sobrecarga asistencial, la incertidumbre clínica, las situaciones difíciles, la desestructuración familiar, el contexto social y otras pueden dificultar mantener o promover la esperanza en contextos médicos.
Es importante diferenciar la esperanza del optimismo. El optimismo es la confianza de un individuo en un buen resultado, mientras que la esperanza es una forma de pensar orientada a una meta que hace que un individuo invierta tiempo y energía en la planificación de cómo lograr sus objetivos. Consiste en dos componentes interactivos: en primer lugar, vías o rutas para alcanzar los objetivos deseados y, en segundo lugar, la intención y persistencia de alcanzar el objetivo individual. Por ejemplo, una persona optimista con asma esperaría pocos ataques y no llevaría su inhalador, mientras que una persona con esperanza esperaría no tener ataques, pero se aseguraría de que su inhalador estuviera siempre disponible para cuando fuera necesario.
Pero la esperanza no es solo una palabra sin hechos. Un estudio (que utilizó la escala Children’s Hope) demostró que la esperanza era un poderoso predictor de adherencia al tratamiento del asma en los niños, medida por la monitorización electrónica del uso del inhalador. Otro estudio siguió a jóvenes (de 10 a 16 años) con diabetes tipo 1 durante seis meses para explorar la asociación entre la esperanza y el optimismo de los pacientes, medida con escalas validadas, y la adherencia al tratamiento. Los autores encontraron que el cambio en la esperanza (pero no el cambio en el optimismo) fue un predictor significativo de mejoría tanto en el control glucémico como en la auto monitorización de los niveles de glucosa en sangre.
Los beneficios terapéuticos son biológicamente plausibles si la esperanza se ve como un tipo de efecto placebo. Sabemos que los placebos a veces se asocian con beneficios terapéuticos en una variedad de enfermedades. Los tamaños de los efectos pueden ser grandes, como se observó en los estudios del manejo del dolor y la enfermedad de Parkinson, y está estableciéndose actualmente su base neurobiológica. Los estudios que usan la tomografía por emisión de positrones y la resonancia magnética funcional (RM) sugieren que los placebos se asocian con un cambio en los niveles de neurotransmisores y la activación de las regiones cerebrales involucradas en la recompensa y la atención.
¿Pueden los médicos influir en la esperanza de un paciente?
Existen pruebas preliminares de que la intervención breve basada en la esperanza con evocación de escenarios positivos, y pensamientos y formas de pensar dirigidas, pueden ser efectivas en el manejo del dolor. Sin embargo, los médicos a menudo creen que los pacientes esperan una mejoría sustancial o cura y no siempre ven la capacidad de un paciente para procesar la discapacidad y adaptar sus objetivos de tratamiento. Esto es evidente en el tratamiento de la esquizofrenia, por ejemplo. Mientras que los psiquiatras están preocupados por reducir los síntomas y alcanzar un funcionamiento previo, la perspectiva del paciente es más sobre cómo lograr la independencia y mantener la esperanza. Alentar la esperanza significa negociar una comprensión clara de los objetivos del tratamiento a través del diálogo, el entendimiento mutuo y un proceso de ajuste y aceptación.
La esperanza puede ser uno de los aspectos terapéuticos más poderosos de la relación médico-paciente. Enmarcar el concepto como parte del arte de la medicina corre el riesgo de volverlo intangible y potencialmente inalcanzable. Comprender que la esperanza es una construcción psicológica mensurable, asociada con un mecanismo neurobiológico plausible y beneficios clínicos, debe ayudar a los médicos a priorizar las habilidades requeridas y utilizar la esperanza en todo su potencial en todos los encuentros clínicos.
¿Es posible promover la esperanza desde la educación médica?
Promover la esperanza desde la educación médica se puede lograrproporcionando ejemplos concretos a los estudiantes: actividades docentes, metodologías de aprendizaje reflexivo, role-playing, narrativa médica, formación en habilidades emocionales y comunicativas. Para ello son importantes los modelos y mentores en medicina que ejemplifiquen y promuevan actitudes esperanzadoras.
Para integrar la esperanza en la práctica clínica cotidiana, en contextos clínicos difíciles o desafiantes como el de Antonio, es importante aplicar estrategias concretas como son la comunicación efectiva, la gestión de expectativas, el acompañamiento emocional y el centrarse en metas alcanzables junto al paciente. Pero también dar esperanza puede ser útil en casos menos graves. Cuando ayudo a un paciente fumador a abandonar el consumo de tiempo, siempre me gusta remarcar que es posible el abandono de este y que estoy convencido de que lo puede lograr. La esperanza en conseguir dejar de fumar es importante en el proceso de abandono del tabaco.
Otro aspecto importante que destacar de la importancia de cultivar la esperanza en los estudiantes y profesionales médicos es que laesperanza puede influir en la resiliencia del personal sanitario, prevenir el burnout y mejorar la satisfacción profesional.
En definitiva, la esperanza es clave para una medicina más humana, efectiva y sostenible emocionalmente, beneficiando tanto al paciente como al profesional sanitario.
Pregunta final dirigida al lector de este artículo:
¿Es posible cultivar la esperanza como una competencia clave en educación y práctica médica? ¿Cómo integrar y evaluar esta dimensión en la educación médica de los estudiantes y residentes?
Estimados compañeros, me ha gustado mucho el abordaje de la Esperanza en Medicina y, en particular, el empeño que plantea Paco Camarelles en transmitirla a los estudiantes de Medicina…
Recuerdo una escena de la película “Las confesiones de Sachs” al respecto (en un domicilio, el marido le agradece sus palabras de siempre hay algo que hacer para el proceso de su esposa, le hizo soportar mejor esta última etapa al que otro médico dejo claro que no había más…) Y
Quisiera compartir un texto “ El espíritu de la Esperanza” de Byung-Chul Han que aborda algunos aspectos que también Paco comenta (Copio del original):
– La esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación, mientras que el miedo, imposibilita la marcha… El miedo les roba el futuro….Las acciones necesitan un horizonte de sentido. Deben ser narrables. La esperanza es elocuente. Narra. Por el contrario el miedo es negado para el lenguaje, es incapaz de narrar. (Tema de interés también en nuestra relación con los pacientes, la narrativa desde ambos lados de la mesa).
– Cuando uno quiere ver más lejos, o trata de ver mejor, se estira hacia adelante.
– No es lo mismo pensar con esperanza que ser optimista. El optimismo carece de toda negatividad. Desconoce la duda y la desesperación. Su naturaleza es pura positividad. Vive en un tiempo cerrado. Desconoce el futuro como campo abierto a las posibilidades, lo considera a su entera disposición…
– A diferencia del optimismo que no carece de nada ni está de camino a ningún sitio, la esperanza supone un movimiento de búsqueda. Es un intento de encontrar asidero y rumbo. Sale en busca de lo nuevo, de lo totalmente distinto, de lo que jamás ha existido. A veces hay que suscitarla expresamente. La esperanza activa se caracteriza por su entusiasmo.
– Comenta el texto de M Luther King (Tengo un sueño: ensayos y sermones). No es un optimista, pues la roca de la esperanza solo te tallará en la montaña de la desesperación. Su sueño es la visión de alguien que sueña despierto. Es la esperanza la que crea visiones con las que soñamos despiertos. Estimula la imaginación para actuar…inspira visiones creadoras de futuro.
GRACIAS
Estimado compañero, respondo a tus preguntas.
Debería ser posible cultivar la esperanza como una habilidad humanista más en la educación médica. Es más, creo que es especialmente importante en estos momentos en que la inteligencia artificial está comenzando a poner patas arriba las competencias «técnicas».
A mi modo de ver, se podría incluir en la educación médica en forma de casos, historias o ejemplos directamente integrados en las asignaturas de las diferentes áreas médicas; de tal manera, que los alumnos (o residentes) asimilaran que las competencias humanistas no son sólo algo que queda bien en el currículum, pero no sabemos como aplicar, sino algo intrínseco a la práctica de la medicina.