El Malogrado (Der Untergeher) de Thomas Bernhard
Comentarios por Roger Ruiz Moral
De las múltiples formas en las que un ser humano puede caer aniquilado, Bernhard nos ofrece unas cuantas, pero especialmente las relacionadas sobre todo con la influencia de nuestro pasado, con las cargas psicopatológicas que predeterminan nuestra singladura por la vida… Conviene al clínico incisivo conocer algunas de estas divagaciones y tenerlas presente. ¿Se trata esta obra genial de una reivindicación del sino? Reconozco que esto por si mismo generará rechazo al médico-purista-científista pero aspiro solo a generar curiosidad en el médico observador curioso de su paciente como un desafío siempre inconcluso. Podríamos decir que el sino solo necesita que aparezcan los momentos oportunos para materializarse. Wertheimer podía no haber subido aquella tarde al estudio de Horowitz y entonces tal vez se hubiera ahorrado algo… su propia muerte de su propia mano…, pero no es así… Wertheimer estaba condenado desde mucho antes a su forma de vida y a su final.
El amigo tercero en su verborreica narración trata de aclararse y aclararnos porque tenía que ser como fue con Wertheimer y no así con él mismo o porque lo que fue, ocurrió de una manera totalmente distinta, con el genio de Glenn. Aunque desde luego él mismo –el narrador- podría también ser llamado Un Malogrado igual que el propio Wertheimer. En realidad considero que la propia narración no es más que una estratagema del tercero (¿es este Bernhard?) para despistar y hacer que el lector enfoque su atención toda en Wertheimer y no así en él mismo. Sí el narrador aparece tan solo como un fracasado, que es como sin duda quiere aparecer. Resulta por tanto mucho más difícil aprehender su auténtico problema y su devenir interno. Por que este fracaso pretende resolverlo con excusas constantes, como su traslado a Madrid, el decidir regalar su Steinway a alguien mediocre y también odiado, su odio hacía todo lo que había significado algo en aquella relación entre los tres “amigos” (pero mucho más allá que solo en el contexto de esa relación), especialmente a Viena, a Salzburgo,…a la misma música a la que se dedicaban, y también a lo absurdo de las ciencias del espíritu que las hace aparecer como el refugio de los fracasados… y así una faceta siempre ensalzada en nuestra cultura (como también la música) nos la presenta en realidad estúpida…como pseudofilosofía, como dilentantismo, en “las cabecitas prusianoorientales de Kant”, para acabar en los estantes de las bibliotecas más o menos individualizados en función de su fútil importancia. …Bueno… reconozco que me pone a pensar sobre la cantidad de sujetos que hoy dia escudan su inoperancia bajo estas máscaras intelectualoides. Pero, mediante estos detalles se atisba el estado de descomposición y aniquilamiento de este narrador aparentemente “detachée”… no menor que el del propio y pobre Wertheimer. Me cuesta trabajo no caer en la tentación fácil de ver en él al atormentado Bernhard. Sin embargo, el más misterioso aquí es sin duda Glenn. Siempre es abordado desde fuera por su tercer amigo y siempre a través de detalles mucho más superficiales y que generalmente giran en torno a su maestría con el piano y Bach. Aunque en sumarias pinceladas nos hace captar muy bien su idios, su salvaje carácter está tan determinado como el de sus amigos perdedores: su forma de tocar, su determinación ante lo que le molesta (como el caso del tejo), su obsesiva necesidad del Steinway en lugar del Bösendorferd. Pero sobre todo en esa despiadada sinceridad norteamericanocanadiense a la hora de catalogar a Wertheimer,… en la pronunciación de la palabra mortal. Y aquí radica para mi el principio de relevancia de esta obra que casi la hace mágica: esta idea de “la pronunciación de la palabra mortal” es una idea extraordinariamente atractiva, incluso mucho más que toda la parafernalia psicodinámica que como médicos nos puede llevar a querer diagnosticar a Wertheimer y así a nuestros ojos a justificarlo, como portador de un complejo edípico muy acusado y continuamente referido sobre todo a través de la relación con su hermana. Esta idea de “la palabra mortal” es la idea estrella del libro, que adquiere el rango de genialidad en los contextos que este desarrolla, incluyendo el psicológico desde luego. A pesar de que esta idea de que al expresar una palabra concreta aniquilamos a un hombre, y como dice Bernhard, “sin que ese hombre aniquilado por nosotros, en el momento en el que pronunciamos la palabra que lo aniquila, se de cuenta de ese hecho mortal”, pueda no ser considerado suficientemente original. …Pero ¿nos imaginamos, nos podemos imaginar, enfrentados con una palabra mortal, así, como concepto mortal, sin sospechar nada aún del efecto devastador de esa palabra y de su concepto?… Bueno,…no se si me satisface el haber encontrado que algunos estructuralistas biológicos como el chileno Maturana pueden explicarnos esto muy bien científicamente.
Etiquetas: psicopatología, lenguaje, literatura, narrativa