Un Romance Cubano: Romanza del Estreñido

Gley Coro-Montanet. Responsable de desarrollo curricular en Odontología. Facultad de Medicina de la UFV

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Resumen: En esta colaboración, la Dra Coro-Montanet nos recuerda la difícil situación que los ciudadanos cubanos llevan soportando desde hace décadas. Gley, siguiendo su doble vocación de médica y poetisa nos ofrece una breve descripción de su añorada tierra, del hambre y de las penurias que también en materia de salud soportan sus habitantes, sus parientes, amigos, y todos los que allí viven en lo que parece ya una pesadilla sin final,…pero lo hace también regalándonos su mensaje envuelto en un guiño de feroz, sutil y provocativa sátira.

A Cuban Romance: Romance of the Constipated

Summary: In this collaboration, Dr Coro-Montanet reminds us of the difficult situation that Cuban citizens have been enduring for decades. Gley, following her double vocation as a doctor and poetess, offers us a brief description of her longed-for land, of the hunger and hardships that its inhabitants, their relatives, friends, and everyone there in what already seems like a nightmare without end,…but it also does so by giving us its message wrapped in a wink of fierce, subtle and provocative satire.

Hay una isla que flota sobre las aguas cálidas y azulosas del Mar Caribe, con una geografía y un clima insuperables. Se llama Cuba. Los colores allí son vivos y penetrantes. La fauna y la flora se manifiestan y reconstruyen como regalos, casi como privilegios. Las frutas rezuman los sabores más sabrosos, el dulzor de sus cañas fue sello de identidad y pulmón económico del país durante siglos; las plantas, las yerbas, los troncos, el fango, las piedras y las flores cocinan sus aromas y colores debajo de un sol radiante, gracias a las frecuentes lluvias. 

Casi todo es natural y silvestre y contiene una musicalidad que viaja de las aves canoras a los hombres y mujeres, en una mezcla de atributos que salpican de alegría a todo lo que existe y respira. 

El cubano se define por su entusiasmo proverbial, su ritmo y un sentido del humor a prueba de bombas.  Pero la sociopolítica de los últimos sesenta años ha sumido al país en el atraso y la deriva económica. La desolación ha golpeado a la población de la ciudad y del campo en todos los ámbitos. Esta situación de penuria crónica, que va de la miseria normalizada a la sobrevivencia sostenida, se manifiesta crudamente en la alimentación.

Con una dieta reducida a un solo plato: el arroz -cuando lo hay-, la hambruna del cubano se nacionaliza y las enfermedades concomitantes se disparan, afectando a los sectores más sensibles y vulnerables: los niños y los ancianos.

Los que venden o visitan el país como parque temático deben ser conscientes de esta realidad. Es el primer paso para no establecer complicidades con las causas y/o los causantes de tanto sufrimiento.        

Romanza del estreñido retrata la situación de vejez malnutrida y mórbida que asola al campesino cubano -también llamado guajiro-. Un adulto mayor que se ha deslomado por la prosperidad de la región, del país y la familia llega al ocaso de la vida en situación de desatención social -sin dieta ni sanidad ni medicamentos. 

Que la poesía, con su ritmo, sus aromas, su gracia y su potencia iluminadora cuente los sacrificios de la familia cubana y dé voz al dolor que censuran las postales turísticas. 

ROMANZA DEL ESTREÑIDO

Poesía que brindaste
tu abrigo de terciopelo
a eruditos de la talla
de William Shakespeare y Homero:
alquílame tus metáforas
y el enjambre de tus versos
para contar la tragedia
del guajiro Rigoberto,
cubano septuagenario
y perpetuo prisionero
de una dolencia incurable
y atroz: el estreñimiento.

Aunque suene tendencioso
debo comenzar diciendo
que en la casa de los Silva,
en anteriores gobiernos,
nunca faltó la comida.
Abundaba el alimento
variado, la proteína,
la fibra. Y, en paralelo,
la letrina se atascaba
con los truños gigantescos
que aportaba la familia
y, en especial, Rigoberto.

Pero un gobierno de pillos
enflaqueció a todo un pueblo
imponiendo su cartilla
feroz de racionamiento.
El condumio se contrajo,
el hambre plantó su reino.
Comer se volvió un milagro,
defecar un privilegio.

El astringente arroz blanco,
promotor del bolo seco
y del paso intestinal
extremadamente lento,
sin ninguna competencia,
se convirtió en el sustento
exclusivo del cubano
y acrecentó su tormento.

Tanta comida bazofia,
por una razón de peso,
y de lógica evidente
produce empaquetamiento
y daño e inflamación
en el intestino grueso;
genera heces petrosas
y se dispara con esto:
no hay aceites ni laxantes
ni enemas ni tratamientos.
Por eso la escena íntima
y lógica de dar del cuerpo
es un trance, una catástrofe,
un parto, un desgarramiento.

De comer mal y hacer fuerza
para cagar Rigoberto
sufrió un ICTUS hemorrágico
-le dio un yuyu en el cerebro-.

Y ya perdida la mente,
un hombre que fue un modelo
de discreción y mesura
no se aferra a otro consuelo
que conjugar en presente
del castellano moderno
los insultos más hirientes,
los sintagmas más obscenos
cuando su hijo Yerandy
procede a meterle el dedo
para que el ano dilate
y sacar el excremento.

Su mente no reconoce
al hijo desde hace tiempo.
Hay que entender el impacto
y contemplar lo complejo
de someter a un guajiro
al tenebroso proceso
de agresivas y periódicas
incursiones en su recto.

A la par, debo decirles
que, sinceramente, creo
que si se aplica una encuesta,
al cabo, descubriremos
que a muchos nos da más pena
Yerandy que Rigoberto.

Y a pesar de lo vulgar,
lo escatológico y feo
con el mismo material
que William Shakespeare y Homero
hay que contar la belleza
tremenda de ese momento
cuando Yerandy termina,
lleno de remordimientos,
y coge el pañal de mierda
-que hiede a 200 metros-
y se va a lavarlo al monte,
y a gritar pingas bien lejos.

Allí pasa un cuarto de hora,
blasfemando, maldiciendo,
hasta que se desahoga
y hecho un mar de sentimientos
vuelve a casa de los Silva,
se acerca a su padre enfermo,
a su viejo que lo mira,
y aún sin reconocerlo,
ni tener claro el motivo
se estremece hasta los huesos
cuando aquel joven extraño
se le acerca y le da un beso.



     

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