El padre de Daniela

Francisco Javier Diaz Carrasco

Narrativa Clínica

Daniela’s father

Clinical narrative

Son las 2 de la mañana, doy vueltas pausadas en la cama, no puedo dormir. No dejo de pensar en la visita que he tenido esta tarde con la mamá de Daniel, no me la puedo quitar de la cabeza. Esta tarde ha venido a la consulta la mamá de Daniel, venía sola, con la mirada perdida y el rostro compungido. Algo pasaba, mi corazón se aceleraba anhelando que hablara. Pero ahí estaba Montse, sentada delante de mí, supongo que esperando que alguien dijera algo, después de las buenas tardes de cortesía.

– Buenas tardes Pepe (es así como me llaman los pacientes y sus familiares. Realmente no me importa, creo que así soy más próximo a los pacientes), vuelve a repetir Montse con la voz temblorosa.
– ¿Daniel no ha venido?, pregunté con sorpresa.
– No. Responde enérgicamente la madre.
– En que te puedo ayudar, le contesté tímidamente.
Ella estaba sentada delante de mi, pero con la cabeza y mirada agachada, levanta sus dos manos y se tapa la cara y rompe a llorar. Unos segundos después, pero a mi se me antojaron eternos, ella dijo:
– Pepe, no se por donde empezar.
Alguna vez, después de esta contestación, siempre digo que empiecen por el principio, para romper el hielo, en plan broma, pero en esta ocasión, callé y la miré.
– Tengo un gran problema, soltó de golpe. Yo seguía callado, siguiéndola con la mirada.
– Es mi marido, espetó.
– Tranquila, no te preocupes. Dije yo. Como le dije eso, si se que esta frase no se debe decir. Claro que tiene que estar nerviosa y preocupada.
– No es lo que te imaginas, dijo ella.
Que no me imaginase lo evidente, que su relación con su marido no era buena. Lo notaba en cada visita que venían los dos con los niños.
– Es Daniel, dijo secamente la madre, intentado tragar saliva.
Daniel, empecé a pensar yo, ese niño regordete, simpático y dicharachero, de 5 años. En estos momentos me encontraba fuera de juego.
– Tú marido pega a Daniel, dije rápidamente.
– La madre me miró con reproche y contestó: no es eso.

Permanecí callado, a la espera de que ella me contase todo de una vez, en lugar de intentar adivinar cada vez lo que ocurría.

– Daniel, como tú bien sabes se viste en casa con ropa de chica y lleva las uñas siempre pintadas, lleva días diciéndome me que quiere ser un chica y no se como decírselo a su padre, soltó de una vez Montse.
No me sorprendió la mitad de la respuesta, que Daniel quiere ser una chica. Daniel venia muchas veces a la consulta con las uñas de las manos pintadas y alguna vez con coloretes y brillo en los labios.
Pero como le digo a Antonio que su hijo quiere ser una niña, pensé.

Antonio es un hombre muy hombre, que quiero decir con eso, no me gusta utilizar estas palabras, pero diría que es un poco machista (o sin el poco), el es el centro de la familia, en su casa se hace lo que el dice. Muchas veces acompaña a su mujer y a sus hijos, -no lo había dicho antes, pero ellos tienen dos hijos: Daniel y Maria-. Siempre se hace lo que el piensa que es correcto, a veces quita importancia a las preocupaciones de su mujer en relación a los temas sanitarios de sus hijos. Siempre hace comentarios jocosos.
La verdad es que no se como se lo iba a decir a Antonio, ya que el es muy machote. Además últimamente está más serio, por que hace ya tiempo que está en el paro y no encuentra trabajo.

– Tranquila Montse, yo se lo diré, dije, después de haber hecho esta reflexión.
Montse se levantó de la silla y dirigiéndose a la puerta, marchaba aliviada. Antes de llegar a la puerta se giró me miró a los ojos y me dio las gracias.

Eran las cuatro de la mañana y seguía dándole vueltas al tema. Daniel estaría seguro de que quiere ser una chica. Yo no tenía experiencia en este tema, pero recordaba un folleto que me había llegado por correo del próximo congreso de pediatría, en el cual hablaba de temas de inclinación sexual, identificación sexual y niños transgéneros. Al levantarme lo primero que haría sería leerlo, ver los ponentes y apuntarme.
Por la mañana, planeé como llamar al padre y decirle lo que su mujer me había contado. Lo llamé y con la excusa de comentarle el resultado de una analítica, lo hice venir.

Al llegar a la consulta me saludó con una broma, como solía hacer, y me preguntó sobre “eso” de la analítica que yo le había comentado.
– Antonio se trata de Daniel y no es nada del resultado de la analítica, todo está bien- dije yo.
– ¿Entonces que pasa? Contestó contrariado Antonio.
– Antonio, Daniel quiere ser una chica, dije sin vacilar y sin respirar.
Antonio me miró, y dijo: ¿Es esto lo que me querías decir?.
– Sí dije yo.
– Que problema hay, contestó con sorna.
– Antonio has entendido lo que te he dicho. Que Daniel quiere ser una mujer. Repliqué.
– No soy tonto, dijo Antonio. Tenía una hija y un hijo. Y ahora tendré dos hijas.

Me quedé atónito con la respuesta de Antonio, tan simple pero cierta, donde estaba el problema. Seguidamente, Antonio dijo, pero nos tendréis que ayudar, esto no va ser fácil y no quiero que sufra, además confiamos mucho en ti.

– Ya lo sé Antonio, le expliqué que no tenía experiencia, pero que casualmente había un congreso donde.
hablaban de este tema, iría y me informaría.

Antes de marcharse Antonio, me extendió la mano y me apretó fuerte, como siempre hacía. Y dijo en voz baja, con razón estaba rara la Montse estos días. Ya han pasado unos años y Daniel se ha convertido en Laura. Sólo sabe ella todas las dificultades que ha tenido y las que le quedan por pasar.

     

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