Wittgenstein y su lucha contra el lenguaje hermético

Pedro Gargantilla. Universidad Francisco de Vitoria

Resumen: El médico debe utilizar en sus informes clínicos un lenguaje, claro, comprensible y escueto, para que la información que transmita sea comprensible al paciente. Esta obviedad es sin embargo habitualmente pasada por alto en muchas ocasiones y estos informes se convierte en farragosas redacciones llenas de innumerables abreviaturas que los hacen incomprensibles. En esta nueva entrega de filosofía y medicina, a través de Ludwig Wittgenstein y de sus aportaciones sobre el papel y uso del lenguaje se reivindica y advierte sobre este importante responsabilidad de los médicos. 

Wittgenstein and his fight against awkward language

Summary: Doctor must use clear, understandable and concise language in his clinical reports, so that the information he transmits is understandable to the patient. This obviousness, however, is often overlooked on many occasions and these reports become cumbersome redactions full of innumerable abbreviations that make them incomprehensible. In this new topic of philosophy and medicine, through Ludwig Wittgenstein and his contributions on the role and use of language, this important responsibility of doctors is claimed and warned.

El lenguaje médico, al igual que el resto del lenguaje científico, no busca fines lúdicos, recreativos ni estéticos, sino informativos y comunicativos, y es un vector que refuerza la relación médico-paciente1. Sin embargo, no son pocos los informes clínicos en los que aparecen tediosos diagnósticos: “ICC clase III de la NYHA, FAC, IRC, HDB”. Una urdimbre de abreviaturas, siglas, símbolos y epónimos que los hacen totalmente incomprensibles para los pacientes1. El filósofo Karl Wittgenstein (1889-1951) no podría estar en mayor desacuerdo con estos informes médicos.

La asistencia sanitaria genera una profusa documentación médica con una enorme densidad terminológica, en nuestros escritos conviven vocablos latinos y griegos en perfecta armonía con neologismos, epónimos y anglicismos1. Algunas voces autorizadas señalan que actualmente hay más de medio millón de términos médicos2, un volumen absolutamente inasequible para los neófitos3.

Si echamos la vista atrás y nos retrotraemos hasta el Antiguo Egipto, en su mitología nos encontramos con la figura del dios Tot, hijo de Ra y de su esposa Maat –la diosa de la justicia-, que era representado con cabeza de ibis. Los egipcios le atribuían el conocimiento de los saberes ocultos y los venenos. 

La enseñanza médica en esa época se realizaba en las conocidas como “Casas de la vida” en donde los futuros médicos tenían absolutamente prohibidos la transmisión del conocimiento que allí adquirían4.

Los griegos encontraron un enorme parecido entre Tot y el dios griego Hermes, el mensajero de los dioses, hasta el punto que en el Egipto ptolemaico se produjo un sincretismo en la figura del Hermes Trimegisto (literalmente “tres veces grande”)4

Por aquel entonces se atribuyó a la inspiración divina la aparición de unos textos ocultistas de temática diversa (alquimia, magia, astrología…) conocidos como Corpus Hermeticum (libros herméticos) cuyo conocimiento estaba reservado a unos pocos iniciados, los cuales guardaban sus secretos con la mayor reserva posible.

Una de las figuras filosóficas más destacadas del siglo XX fue el vienés Karl Wittgenstein, el hijo menor de una familia judía acomodada. Su biografía es digna de ser llevada a la gran pantalla: coincidió en la escuela de Linz con Adolf Hitler, se alistó en la Gran Guerra porque se sentía alemán, pero más adelante, cuando los alemanes llevaron a cabo el “Anschluss”, decidió exiliarse. 

Su obra filosófica es considerada una de las más prolíficas y significativas, especialmente en el campo de la lingüística. Wittgenstein fue, en este sentido, un verdadero revolucionario, el creador de un método con el que pretendía llegar al conocimiento de la realidad. Elaboró lo que se conoce como la “teoría pictórica del significado” partiendo de la premisa que la filosofía sufre la enfermedad crónica de la confusión, al enmarañarse en preguntas que no tienen respuestas5.

Su perfil filosófico ahonda cuatro aspectos:
1) El lenguaje es el núcleo central del filosofar
2) «La claridad es la perfección»
3) Hay una fuerte escisión entre lo racional y lo afectivo
4) La función esencial de la filosofía es resolver problemas.

El filósofo austriaco teorizó en torno a la insuficiencia del lenguaje, en cualquier situación de la vida, tanto en aspectos científicos como en aquellos que se relacionan con la esfera de los sentimientos. Para él la función del lenguaje es afirmar o negar hechos, rechazando el discurso valorativo o poético. 

Wittgenstein es un filósofo que procede de las matemáticas y este origen se advierte en su defensa por la claridad y su laconismo, no en balde sus dos obras maestras no superan las doscientas páginas de extensión.

Wittgenstein supo poner límites a la palabra y se planteó que a veces guardar silencio nos hace elocuentes. En este sentido, la última frase de su obra más importante (Tractatus logico-philosophicus) aconseja callar cuando no hay nada que decir4. Una máxima que quizás nos deberíamos repetir en más de una ocasión en nuestras consultas. ¿Quién no ha realizado un comentario desafortunado en más de una ocasión?

Para Wittgenstein los límites de nuestro universo son los límites de nuestro lenguaje, aquello que no se puede traducir a términos lingüísticos no existe. Para él nuestras palabras sólo expresan hechos, del mismo modo que una taza de té únicamente podrá contener el volumen de agua propio de una taza de té, por más que se vierta un litro en ella4.

Si el paciente no es capaz de comprender de forma razonable los diagnósticos y las recomendaciones terapéuticas que aparecen en su informe todo nuestro esfuerzo clínico habrá sido inútil, su universo clínico se habrá reducido a la nada.

Este filósofo teoriza que el inicio no fue el verbo, sino la acción y que el lenguaje surgió a partir de un razonamiento. 

Su vida no fue fácil, estuvo marcada por la tragedia: soportó dos guerras mundiales en su propia casa, durante la paz se suicidaron varios de sus hermanos y uno de ellos –un pianista afamado- sufrió la amputación de unos de sus brazos, a pesar de lo cual siguió dando conciertos. 

Wittgenstein murió en la casa de su médico –el Dr. Bevan-, en donde permaneció una larga estancia como huésped. Al parecer las últimas palabras se las dirigió al galeno: “Dígales a mis amigos que he tenido una vida maravillosa y que he sido feliz”. Sobran los comentarios.

Bibliografía

  1. Araujo C. Reflexiones en torno al lenguaje médico actual, los epónimos y abreviaciones. Las razones de su existencia y los principales problemas que plantea su uso. Biosalud 2016; 16 (1):93-104.
  2. Aleixandre R, Amador A. Vicios del lenguaje médico y defectos de estilo en la escritura científicomédica (II). Piel. 2003; 18: 11-6.
  3. López Piñero JM, Terrada ML. Introducción a la terminología médica. Barcelona: Salvat; 1990.
  4. Gargantilla P. Breve historia de la medicina. Del chamán a la gripe A. Nowtilus 2011.
  5. Wittgenstein L. Tractatus Logico-Philosophicus Madrid: Alianza; 2012.


     

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