Merece la Pena
Pilar Arroyo. Médico de Familia. Servicio Navarro de Salud
“Si la medicina ha de responder a las necesidades de la sociedad,
posiblemente el futuro de la profesión médica pasa por recuperar al médico de cabecera» (A. Jovell)
El Centro de Salud pasa a ser docente. Hace años que tengo “colgadas” las
actividades de tutoría y, asumida la responsabilidad, Alba acude puntual a su
primera mañana de trabajo conmigo como Médico Residente de MFyC.
¿Seré capaz? ¿Cómo ser didáctica? Dudas/cavilaciones que en los primeros
años no me planteé surgen en mi cabeza. Debo romper el fuego, sonrisa,
comentarios generales sobre sus objetivos y elección de la especialidad…y
¡arrancamos! No podemos retrasarnos, los pacientes esperan en la sala…
Antes de entrar a cada persona, intento presentar un perfil de la misma (los
conozco tras años en la plaza). Tras cada caso, veo de reflejar algún punto de
interés en lo acontecido en la consulta (lo que omitimos, distorsiona o sugiere)
y cuestiono sus dudas.
Acude Ignacio, llevaba meses sin aparecer para controlar su diabetes y, de
paso, saber de su hábito etílico, vive solo. Ha sido costoso dar con él para
citarlo. También lo es que asuma algunas de las propuestas que le hacemos
para vigilar su estado. (El abandono/La soledad)
Aurora aparece con aspecto angustiado, su temblor esencial agudizado…sabe
que ha faltado a otras citas y se agobia. Solo se relaja y su rostro se ilumina
cuando, tras revisar sus constantes y valorar su autocuidado, hablamos de su
perrito y habla de las gracias del animal y de cómo le obedece y siente
reciprocidad en su afecto. (La fragilidad)
Manuel y Nieves solicitaban consejo para someter al primero a la radioterapia
indicada por el especialista. Cual si dispusiera de una bola mágica que le
permitiera consignar futuribles, estoy ahí como profesional más cercano para
sugerir soluciones aquí y allá…(La esperanza)
Matilde, sonriente, con sus 90 años, defiende su independencia a ultranza…
Oye, me espeta, ¿No estarás enfadada conmigo?…Como me dijiste de ir con la
hija y no te hice caso…Ya sabes (me obligaba a tutearle), mi obligación es
prevenir problemas… contesto sonriendo.(La familiaridad)
En cada consulta, los pacientes detectan la figura de la joven que me
acompaña, le dirigen su saludo. Alguno se alarga con “Hoy tienes ayudante”.
Pero el diálogo de su motivo de consulta, lo establecen conmigo. La Residente,
siempre observando, atenta y dispuesta, es consciente de la diferencia pero lo
asume con normalidad.
Cuando salimos a realizar las visitas pendientes, trato de orientar a Alba sobre
la geografía física del lugar. Cruzamos saludos con algunos paseantes. (La
continuidad).
María había llamado por malestar importante, estaba sola y en la cama. Dejo
abierta la puerta del patio y las llaves en la del piso para facilitarle el
acceso…sabía a quién esperaba. (La confianza)
Francisco, casi ciego, recibió nuestra visita con una sonrisa y acercó las
manos; cuando falta la visión, el tacto se convierte en una herramienta vital. (La
gratitud)
Al tercer día, las cosas se complican. Una llamada urgente nos hace salir del
Centro de Salud (en plena sesión docente) y acelera el ritmo de la mañana. En la calle, una anciana accidentada, está anticoagulada y da pie a marcar los
puntos de interés a controlar. Alba atiende y apoya en lo posible; la veo atenta
al devenir de la asistencia controlando diálogos con paciente y próximos,
derivación en ambulancia y observa el entorno atento a las personas que allí
nos encontramos, que nos reconocen en nuestra tarea en el pueblo. (El
servicio)
Les siguen, cada día, personas y situaciones diversas. Unos, vacían su
desaliento, sus dudas; otros, recogen medicinas, solicitan pruebas, como
posibles soluciones a sus problemas. Me toca actuar como intermediaria
¿experta? en el trueque y la compañera recoge la acogida positiva o
cuestionada de mis consejos. (La escucha)
Avanza la semana y veo necesario contrastar estas experiencias y la hago
partícipe de mis dudas, de limitaciones de nuestro trabajo; comento cómo a
veces algo no funciona como te gustaría con algún paciente y me cuesta
asumirlo, intentando filtrar la omnipotencia que los medios y la sociedad nos
atribuyen a menudo (a nosotros profesionales y a las medicinas y tecnologías
en general) y, paralelamente, reflejar la otra cara de nuestras terapias: los
efectos secundarios no deseados. Profesional y herramientas, en ocasiones,
somos un riesgo. Revisamos algunos textos sobre ello, tan en el candelero. (El
efecto adverso. La reflexión)
Han pasado 3 semanas y pienso en la necesidad de evaluar de algún modo lo
que vamos haciendo. Planteo a la Residente que plantee los puntos y
pacientes de interés que le aconsejé anotar cada mañana y que saque sus
propias conclusiones
Para mi sorpresa:
– Necesitamos saber muchas más cosas que las enfermedades y las
medicinas que toman los pacientes.
– Hay mucho peso de lo psicosocial en las consultas.
– Te preocupas hasta por los que no vienen.
Apoyo sus observaciones pero esto último no me lo esperaba. Se lo agradezco
y refuerzo nuestra tarea en ese aspecto, cuidando el riesgo del paternalismo.
Volviendo a casa, saboreo la apreciación y pienso, retomar esta actividad, ser
vista por los ojos de otro compañero, abre la perspectiva desde ambos lados,
potencia y amplia la reflexión personal… ¡MERECE LA PENA!
Y en ello estamos…
ecera” (A. Jovell)