Lecciones de vulnerabilidad de un médico
Jay Baruch es médico de urgencias en ejercicio, profesor de medicina de urgencias en la Facultad de Medicina Alpert de la Universidad de Brown y autor, entre otros libros, de “ Fourteen Stories: Doctors, Patients, and Other Strangers ” y “ Tornado of Life ”*
Resumen: El autor de esta colaboración, un médico de urgencias, dice que “Hay momentos en que el arte de la medicina y el cuidado de los demás implican la práctica de un tipo singular de experiencia: la voluntad de ser humano”. Porque “La experiencia significa aprender a practicar el no saber y el aceptar el caos de la vida de un paciente”, y por eso debemos de asumir que en muchas ocasiones no tenemos respuestas, y que es entonces cuando el arte de la medicina y el cuidado de los demás, pacientes y sus familiares, implican la práctica de un tipo singular de experiencia: “la voluntad de ser un ser humano curioso, imperfecto y vulnerable”
Lessons in vulnerability from a doctor
Abstract: The author of this collaboration, an emergency physician, says that “There are times when the art of medicine and caring for others involve the practice of a unique kind of experience: the will to be human.” Because “Experience means learning to practice not knowing and accepting the chaos of a patient’s life,” and so we must assume that on many occasions we do not have answers, and that is when the art of medicine and caring for others, patients and their families, involve the practice of a unique kind of experience: “the will to be a curious, imperfect, and vulnerable human being.”
Mi trabajo como médico de urgencias siempre me ha parecido un acto fundamentalmente creativo. Cuidar de los pacientes exige tanto creatividad como habilidad clínica. Esta idea no es ni innovadora ni original. El encuentro médico se ha comparado con la improvisación por una razón: no sigue un guión y es impredecible, y requiere pensar con rapidez, curiosidad y seguir posibles hilos en lugar de cortarlos.
Por eso no es de extrañar que la pandemia haya sido una revelación para los médicos que escriben. Era raro el día, especialmente al principio de la crisis, en que no leía un artículo o editorial impactante escrito por un médico que recogía sus desgarradoras experiencias. Sin embargo, pronto muchos artículos comenzaron a mezclarse entre sí, abordando aspectos familiares y describiendo parecidas experiencias de manera similar. Me sentí como un ser humano terrible por aburrirme con otro artículo que trataba sobre la falta de equipos de protección personal. O peor aún, por apresurarme a escribir otra descripción de la atención a demasiados pacientes moribundos. ¿Era esto una manifestación de agotamiento por mi parte o quería sentir el ardor con más intensidad?
Lo único que puedo decir con certeza es que me sentía necesitado, con un apetito particular de necesidades. Lo que buscaba y descubrí que faltaba en muchas de estas historias, por lo demás expertas, era la vulnerabilidad, la voz singular de otro ser humano que resulta ser médico. Sin embargo, paradójicamente, me pregunté si su experiencia, el merecido estandarte que nos otorga autoridad, era parte del problema.
Tobias Wolff dijo: “Cuando me siento a escribir, descubro cosas sobre las que, por una razón u otra, no he admitido, no he visto, no he reflexionado lo suficiente”. A lo largo de mi carrera como médico de urgencias, escritor y docente, a menudo me he preguntado si los hábitos mentales que forman a los médicos excelentes en un sistema de atención sanitaria que valora la seguridad, la eficiencia y la replicabilidad podrían interferir con la escritura como forma de descubrimiento. Por ejemplo, la formación médica privilegia los datos y las pruebas extraídos de la investigación hecha en poblaciones. Sin embargo, esta tendencia a privilegiar los métodos estadísticos objetivos, a buscar claridad fuera de uno mismo, puede hacer que los médicos estén menos preparados para este viaje interior de descubrimiento, que a menudo carece de señales o de asideros.
El psicólogo cognitivo Jerome Bruner dijo que el propósito de la narrativa no es resolver problemas sino encontrarlos, “tiene mucho que ver con una situación difícil, con el camino más que con la posada a la que conduce”.
Aceptar la asunción de riesgos y perderse como parte necesaria del proceso creativo puede parecer poco natural e incluso irresponsable en el ámbito de la medicina, donde el riesgo se gestiona y se minimiza. El reflejo de actuar con hechos y datos puede ser una respuesta compensatoria o una defensa contra la incomodidad y la inseguridad que uno puede sentir al encontrar problemas. Poner lenguaje y forma en experiencias emocionales inmensurables, complicadas e intensamente personales es un desafío. Pero eso es lo que buscaba.
Mientras la pandemia se apoderaba de la ciudad de Nueva York, la Dra. Helen Ouyang, escritora y médica de urgencias, escribió un artículo sorprendentemente original y honesto que me fue muy útil en aquel momento en el que procesaba mi desequilibrio. A través de una estructura narrativa propulsiva, entrelazando acontecimientos globales con experiencias personales y ofreciendo ideas sobre lo que es y lo que podría ser, escribió sobre sus luchas para darle sentido a todo. Y lo cierra con un toque de humor: “Lo único que puedo hacer, lo que creo que más importará al final, es simplemente ser una persona ante todo, para estos pacientes y sus familias”
Seamos realistas, confesar lo que no sabes puede ser difícil cuando eres médico y la gente te escucha porque estás protegido con el manto del experto.
A lo largo de los años he aprendido que comprender las experiencias desordenadas no es fácil ni agradable, y tratar de aproximarme a esa búsqueda es sorprendentemente desafiante. En mi libro “ Tornado de vida ”, llevo a los lectores a momentos llenos de incertidumbre, contradicciones y dudas. Describo momentos en mi trabajo como médico de urgencias en los que no había ningún mapa basado en evidencia que me ayudara a guiarme hacia la experiencia de otro ser humano. La experiencia significaba aprender de practicar el no saber y el aceptar el caos de la vida de un paciente.
Cuando se enfrentan a la incertidumbre y la ambigüedad, los médicos tendemos a recurrir a ideas abstractas o a señalar montones de evidencias en la literatura médica en busca de una respuesta. Qué instinto más extraño, siempre he pensado: buscar soluciones a situaciones confusas volando más alto y más lejos en lugar de hacer el necesario movimiento de descenso y acercamiento para plantear mejores preguntas.
Al principio de la pandemia, cuando el equipo de protección personal escaseaba y nuestro conocimiento sobre el SARS-CoV-2 estaba evolucionando, exploré por qué me sentía más seguro trabajando en urgencias donde corría el mayor riesgo de infectarme. Escribí sobre la espera de un aumento de casos que se dirigía hacia nosotros. Reflexioné sobre juzgar a los pacientes demasiado rápido por comportamientos percibidos como irresponsables cuando, en realidad, con frecuencia implicaban decisiones difíciles, necesidades contrapuestas y listas de información contradictorias.
Antón Chéjov, probablemente nuestro médico y escritor más destacado, escribió: “Sólo cuando uno se encuentra con problemas puede entender lo difícil que es dominar los propios sentimientos y pensamientos”. La palabra “emergencia” se remonta al latín emergentia , que significa “sacar a la luz”. Hay momentos en los que no tenemos respuestas, cuando el arte de la medicina y el cuidado de los demás, pacientes y lectores, implican la práctica de un tipo singular de experiencia: la voluntad de ser un ser humano curioso, imperfecto y vulnerable.
(*) En Tornado of Life, Jay Baruch comparte en una serie de ensayos breves, poderosos y conmovedores, las historias de sus pacientes en urgencias, sus luchas, invitando al lector a beber en la riqueza de la complejidad y el desorden. En el escenario de la urgencia, ser médico es para Jay ser un oyente profesional de historias. Cada paciente presenta una historia; y encontrar el corazón de esa historia es, para él, la tarea más importante del médico. Más tecnología, más pruebas y más datos no funcionarán si los médicos se equivocan en la historia. Baruch describe como los pacientes llegan a la urgencia con vidas perturbadas por desgracias que tienen poco que ver con la enfermedad o la lesión. De esta forma, dice Jay, los médicos de urgencias debemos convertirnos en buscadores de problemas antes de ser los que los resuelven. Él pone algunos ejemplos, como el de Cheryl, cuya historia es una narración caótica de “y esto pasó, y luego pasó aquello, y luego, y luego y luego y luego”, le dice a Baruch que está “atrapada en un tornado de vida”. ¿Qué la ayudará a ella y qué ayudará al Sr. K., que parece un caso clásico de trastorno de estrés postraumático pero resulta que no lo es? Baruch describe, entre otras cosas, la emergencia de la soledad (invocando a Chéjov, otro médico escritor); su propia (aterradora) experiencia como paciente; el paciente que exigió un abrazo; y la medicina de emergencia durante el COVID-19. Estas historias a menudo terminan sin cerrarse ni solucionarse. Los pacientes son dados de alta al mundo. Pero si tienen suerte, el médico ha escuchado sus historias y los ha tratado. Un libro recomendable para cualquier clínico y en especial para los residentes, que lamentablemente no he encontrado aún en su traducción al español (probablemente no ha sido aún traducido)