La Otra Pelea*

Dra Leire Arbea. Oncóloga radioterápica en la Clínica Universitaria de Navarra (Pamplona)

Último sábado de noviembre. Me levanto pronto porque tengo guardia. Me gustan las guardias; no tengo muchas (quizás por eso también me gustan), siento que me reconectan de pleno con mi vocación. Soy oncóloga radioterápica, y mi labor asistencial se centra en pacientes ambulatorios, generalmente con buen estado general, que reciben tratamiento de irradiación para el manejo de su cáncer. Lo que más me gusta de mi profesión es esa relación médico-paciente, que alivia el sufrimiento emocional del enfermo y familia durante la enfermedad. Muchos de mis pacientes se curan y, aunque el proceso es duro y más o menos dramático, me resulta muy fácil e incluso reconfortante acompañar cuando el objetivo muy probablemente es el control de la enfermedad. Otra cosa es el paciente hospitalizado en la planta de Oncología…

Hoy tengo que pasar visita a los enfermos ingresados; no hay muchos, unos quince, pero los que están, están tan malitos…
Nos detenemos enfrente de la habitación 640. El residente que me acompaña me dice que Juan, el paciente que me espera al otro lado de la puerta y su mujer tienen ganas de verme. Yo no me acordaba, pero ya le conocía: hace 2 años, en plena pandemia, me había llamado un amigo quien me dijo que a su tío le iban a operar de un cáncer de vejiga, que estaba nervioso, y que me acercara a acompañarle y darle un cariño. Así lo hice; le visité en el postoperatorio, en una habitación solitaria de la UCI en plenas restricciones COVID, y estuve un rato charlando con él. No recuerdo muy bien qué le dije, pero, conociéndome, seguro que le di una visión realista pero optimista de su pronóstico. Y, por supuesto, de que tratara de “disfrutar del camino”, necesidad que me han enseñado mis pacientes y mi experiencia profesional como oncóloga desde hace 20 años.
El caso es que su camino no ha sido demasiado fácil: a los tres meses de la cirugía el tumor recidivó, y ahora está ingresado, con metástasis hepáticas, pulmonares y óseas tras varias líneas de quimioterapia. Está recuperándose de un proceso pulmonar secundario al tratamiento con un nuevo fármaco de inmunoterapia dentro de un ensayo clínico. Además, necesita morfina para el control del dolor. La enfermera me comenta que ha pasado buena noche y que, por primera vez en los 10 días de ingreso, ha descansado y no ha precisado medicación de rescate. Me comentan también que su mujer es extraordinaria: paciente, tranquila, muy centrada y súper volcada en el cuidado de su marido.


Cuando entramos por la puerta, enseguida le recuerdo. Indudablemente más delgado y envejecido, me sonríe con cariño. Hablamos de aquel encuentro en la UCI y de cómo, efectivamente, en ese momento de incertidumbre y soledad, mis palabras le aliviaron. Sentados en la habitación, él y su mujer nos cuentan el proceso de enfermedad durante estos años. La verdad que ha tenido mala suerte; no solo la enfermedad no le ha dado tregua, sino que la respuesta a los tratamientos ha sido muy pobre con todos los fármacos que ha recibido. Como nos decían, no han tenido buenas noticias prácticamente nunca. Quizás, la única buena noticia, había sido hace dos meses, cuando les confirmaron que su tumor tenía una alteración molecular que le permitía recibir un nuevo fármaco dentro de un ensayo clínico. Hasta el momento ha recibido cuatro dosis, pero la tolerancia ha sido mala y además el tumor ha progresado. Hace dos días, su oncólogo se pasó por la habitación, le dijo que tenía que salir del ensayo clínico, pero que estaba pensando darle un nuevo quimioterápico.
Me preguntan de manera tímida, qué me parece el nuevo fármaco que le van a poner. Contesto con sinceridad que no lo conozco, pero que, en estos escenarios de enfermedad tan avanzada, a veces, es bueno parar y ver….
Hoy se encuentran aliviados porque esta noche el dolor ha estado controlado y ligeramente esperanzados con la nueva perspectiva terapéutica. Pero yo veo otra cosa: una familia agotada, una incertidumbre disfrazada de esperanza y una mirada vulnerable que necesita una conversación sobre la muerte. No saco el tema; no me parece, no es mi paciente (solo estoy de guardia), y su oncólogo de referencia ya ha hecho planes. Pero salgo de la habitación con un sabor agridulce.


Esa tarde recibo un mensaje de mi amigo agradeciéndome, quizás exageradamente, mi encuentro con sus tíos esta mañana. Da la sensación de que les ha venido bien e interpreto que, quizás, sea bueno tener esa conversación.
Estamos en domingo y sigo de guardia. La habitación de Juan será la última. Hoy está un poco más dolorido, pero ha descansado bien. Me siento en el borde de la cama, y su mujer nos acompaña. Me dicen que han estado pensando en nuestra conversación de ayer y que, por primera vez, han valorado la posibilidad de no “pelear”. ¡Y no! ¡No se trata de eso! No es un tirar la toalla, aunque a veces a médicos y pacientes nos llegue a dar esa sensación cuando rechazamos ese nuevo maravilloso fármaco que, en determinadas situaciones clínicas, puede mejorar, aunque desgraciadamente tampoco va a hacer el milagro. Se trata de otra batalla y de otra medicina, LA OTRA PELEA: humanizar y dignificar la última etapa de la vida, pues no podemos olvidar que somos médicos no solo para curar, sino también para aliviar y acompañar. De todo esto estuvimos hablando más de una hora. Y seguimos hablando (continué visitándole) el lunes, martes, miércoles y el resto de los días hasta que se fue de alta. Sé que consiguió paz y aceptó que su hora de partir llegaba y quiso compartirla con su familia en casa.
Han pasado unos días cuando he retomado estas líneas. Juan ha muerto hoy, en la primera semana de enero. Mi amigo me manda un último mensaje. GRACIAS. En mayúsculas. Y yo me reafirmo, una vez más, que tengo la profesión más maravillosa del mundo.

(*) Relato presentado en la I Jornada Internacional de Narrativa Clínica celebrada en la UFV (Madrid) en Enero 2023



     

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *