Una Guardia…(tratando de entender mi trabajo)

Antonio Ruiz Vicente. 
Residente de 4º de Pediatría. Hospital Severo Ochoa, Leganés (Madrid)

-“¡A ver esa garganta!”

La niña abre obedientemente la boca permitiéndome ver por completo su interior. La faringe algo roja sin otros hallazgos. 

La exploración física de Melisa, que así se llama la niña de 4 años, me parece que es totalmente normal salvo mucho moco en la garganta, pero el pecho y sus oídos están perfectamente-

-“Parece que se trata solo de un catarro señora”

Le comento casi sin mirar a la madre…y es que me siento agotado, es una guardia de fin de semana y las horas pasan cada vez más lentamente.  

Me doy cuenta que la madre de Melisa, me mira con desconfianza.

-“Ya la puede vestir” – le digo tratando de que la cosa no tome otro derrotero

Sin embargo, la madre da un paso hacia mi escritorio donde estoy recogiendo la historia clínica de la paciente 

La veo de reojo venir…

Finalmente exclama con dureza

-“Cada vez que vengo es lo de siempre, para vosotros mi hija nunca tiene nada pero cada vez que me la llevo a casa se pone peor con la tos. ¡Siempre me decís lo mismo! Yo creo que mi hija tiene algo grave y nunca le hacéis una analítica o una radiografía”.

Conozco bien la historia clínica de Melisa ya que cada vez que veo a un paciente nuevo en la urgencia si la guardia lo permite intento leerme todo su historial clínico del hospital y del centro de Salud antes de atenderla. 

Melisa es una niña de 4 años sana que desde hace un mes y medio coincidiendo con el inicio de la guardería ha acudido en numerosas ocasiones a su centro de salud y a nuestra urgencia siempre por los mismos síntomas: tos y rinorrea sin fiebre. Parece que todos los cuadros son autolimitados solucionándose cuando la niña se queda en casa durante unos días pero volviendo de nuevo cuando vuelve a asistir a la guardería.

Trato de contenerme y mantener la calma y no parecer demasiado irónico…pero no se si me sale bien

-“Claro que tiene algo, le estoy diciendo que tiene una infección por un virus que es el que le produce el catarro y que es normal que al iniciar la guardería los síntomas vuelvan una y otra vez, pero la exploración de Melisa es totalmente normal por lo que cualquier prueba en este momento no está indicada”.

A la madre se le escapan las primeras lágrimas mientras me dice 

– “Yo no sé qué hacer ya, siempre es lo mismo, creo que mi hija tiene algo muy grave y ustedes no tienen corazón ni quieren ponerle solución”.

Empiezo a ponerme más nervioso y a notar el cansancio, más pesado que nunca sobre mis hombros, son las nueve de la noche de una guardia que ha sido muy dura y tediosa. A pesar de haber examinado con minuciosidad a la paciente, como intento hacer con todos ellos, la agresividad y la angustia de la madre me generan dudas. ¿Qué estoy comunicando mal? Entonces, donde antes era todo seguridad, ahora me surgen preguntas “¿debería realizar alguna analítica o alguna radiografía? ¿y si me estoy equivocando? ” Finalmente decido realizar una radiografía. De nuevo, ese “por si acaso”…la estrategia de medicina defensiva, que me genera ese hastío interior una de las tarjetas de visita del monstruo,…el burnout.

La radiografía, ¡claro está! es totalmente normal y consigo que la madre se vaya a casa…aunque antes de salir me arroja casi amenazadoramente un…

-“si se pone peor volveremos”.

Pero, la guardia avanza sin pausa. Muchos frentes abiertos al mismo tiempo, la urgencia, la planta de hospitalización, la Unidad de neonatos, el paritorio… 

Un turno de noche bastante malo…pero ahora voy a tratar de soñar un rato.

Esa alarma, ese pitido, la alarma del barco que anuncia el Maelström,…¡que angustia! No…es solo el cuento de Poe que traté en vano de retomar antes de que el sueño se apoderara de mi…

¿Estoy soñando aún?

Pero no, ¡¡es el busca que me está sonando!! Me despierto definitivamente, miro el reloj, son las 7 de la mañana. Es la enfermera de la urgencia.

-“Ven lo antes posible, ha venido una niña con patología de base que no me gusta nada su aspecto”.

Acudo velozmente para la urgencia. Las palabras de la enfermera me generan una sensación de angustia en el estómago. A mi llegada me encuentro a Sara una adolescente de 13 años bien conocida por mi servicio con una PCI (parálisis cerebral infantil) que hace unas semanas estuvo ingresada en nuestra planta de Hospitalización por broncoespasmo grave y hoy parece que ha comenzado con los mismos síntomas. Está pálida y ojerosa ya que acaba de vomitar y la saturación de oxígeno no sube del 90%.  

Me fijo en la madre… me recibe con una gran sonrisa…perplejo, esa sensación de angustia parece desaparecer…trato de sonreírle yo también, pero creo que no me sale

“Mira Sara, es el doctor que nos atendió en la planta hace dos semanas”.

La tranquilidad de la madre es contagiosa y tras sosegarme comienzo con una exploración completa, pauto tratamiento broncodilatador, inicio oxigenoterapia y solicito una radiografía de tórax. 

La madre de Sara es una madre entrada en años que ya me llamó mucho la atención su actitud cuando estuvo ingresada. Mientras atiendo a Sara su madre me cuenta que ha ocurrido.

-“La verdad es que Sara siempre ha estado muy bien, pero desde hace un par de semanas parece que desde el punto de vista respiratorio no termina de arrancar, le hemos estado dando los broncodilatadores como nos pautasteis al alta, mejoró mucho pero desde ayer otra vez mal”.

En la radiografía puedo ver que Sara tiene una neumonía importante. 

Le comunico a la madre que Sara debe permanecer ingresada para tratamiento antibiótico intravenoso. 

-“Ya me lo imaginaba…”

La madre lee mi nombre en la tarjeta identificativa sin perder en ningún momento su sonrisa. 

-“Parece que nos tenemos que quedar con Antonio unos días Sara”. Le dice a su hija e indirectamente a mí también, con mi nombre me hacen suyo aún más y yo lo acepto agradecido

Parece que Sara se encuentra algo mejor y la madre con la calma y la entereza que la caracteriza comienza a preguntarme sobre donde pasaré las fiestas Navideñas que se aproximan ya que por mi acento a identificado que no soy de Madrid.

-“Nosotros somos de Almería y la verdad es que nos gustaría bajar pero claro, si Sara no está en condiciones nos tendremos que quedar aquí con vosotros”

Nos quedamos charlando un buen rato, por unos momentos la guardia se convierte en amable tertulia, hasta que veo que son las 8 de la mañana y que mi guardia ha finalizado por lo que me despido de Sara y su madre.  

Camino para la salida y me atracan imágenes, la madre de Melisa y la madre de Sara…me paro y me apoyo en el quicio de la puerta de la urgencia…estoy solo en el pasillo de consultas externas, hoy oscuro, frío y estéril, mientras busco explicaciones que me ayuden a seguir, y me veo justificando a la madre de Melisa, con sinceridad: 

“que bien que esa madre no haya tenido las experiencias de la madre de Sara”. 

Súbitamente el pasillo se ilumina…alguien abrió la puerta del fondo, me dirijo hacia allá y salgo fuera donde el sol que ha conseguido brotar del horizonte, brilla ya cálido y reconfortante



     

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