¿Por qué los médicos no pueden tomarse días por enfermedad?
Elisa S, es pediatra.
Aprendo muchas cosas interesantes de las hojas de información pegadas en las paredes de los baños y vestuarios de los empleados en mi hospital. Aprendo, por ejemplo, sobre las próximas ofertas formativas para residentes y médicos del hospital, para estudiantes o para otros trabajadores del hospital, cuántos segundos tiene uno para fregar el eje de una vía central y cuál es el nuevo proceso cuando las enfermeras necesitan llamar para informar que están enfermas. Llaman a un número de teléfono específico y dicen que no pueden venir a trabajar. Hecho. Ya está. Ahora el problema es de otra, no de la que está enferma.
Cuando vi esto último me resulto asombroso, porque no existe esa forma de comunicar esas cosas y de actuar para los médicos cuando estamos enfermos.
Cada pocos meses, mi móvil suena a una hora repugnantemente temprana. El texto de mi grupo «médicos de guardia» es el culpable.
“Lo siento mucho, pero he estado despierto toda la noche vomitando y no creo que pueda hacer hoy la guardia. ¿Alguien puede hacer mi turno?, ¡le ingresaré el dinero al dia siguiente! ¡Lo siento!»
A veces, el texto incluye el emoji de vómitos de cara verde o tal vez el de la pila de caca, según la sintomatología exacta de la víctima.
Nuestro grupo se ha vuelto lo suficientemente grande como para que, por lo general, alguien que no está en el programa ese día finalmente se presente. Pero a veces tenemos que hacer la guardia con un médico menos o cumplir las obligaciones que sean mientras el reemplazo busca acoplo para sus hijos. En otros grupos de residentes o de médicos más pequeños, esto puede no ser posible.
Sin embargo, aún somos más flexibles en virtud de nuestro trabajo por turnos que nuestros homólogos en otros hospitales. Pueden tener docenas de pacientes en lista de espera, algunos de los cuales habían planeado cuidadosamente la cita de su hijo o la suya propia con meses de anticipación para que coincidiera con los días libres en el trabajo o la escuela. Ciertamente hace que uno piense largo y tendido sobre las molestias que le supondrán a todos esos pacientes y sus familias si uno se pone enfermo.
En el ámbito de las consultas externas del hospital no tenemos pacientes que hayan concertado cita con nosotros de forma específica. La mayoría de los pacientes, en el improbable caso de que contaran con el mismo médico para volver al día siguiente, no se sentirían demasiado decepcionados si alguien diferente apareciera en su lugar. Pero en lugar de preocuparnos por incomodar masivamente a un conjunto de pacientes, nos preocupamos por incomodar masivamente a nuestros colegas. El mismo número de pacientes estará en nuestro servicio independientemente de cuántos médicos trabajen ese día. No podemos pedir a los pacientes que se reprogramen para otra fecha futura. Todos podemos hacer la aritmética simple en nuestras cabezas y darnos cuenta de que 36 dividido por tres es factible, pero 36 dividido por dos supondrá una gran dificultad para esos dos. Esto es muy, muy estresante. Nadie quiere ser el escaqueador, el eslabón débil, el holgazán. Tan estresante como estar sobrecargado de trabajo.
Así que siempre “lo devolvemos”. No existe una cosa tan realmente “jodida” como un día de enfermedad real. En mi trabajo anterior de médica de guardia, llamé en un fin de semana porque estaba teniendo un aborto espontáneo en el baño de la unidad de Pediatría y afortunadamente encontré un reemplazo para mí. Sin embargo, tan pronto como llegó mi próximo fin de semana libre, trabajé los turnos de uno de mis compañeros para pagarle.
El resultado final es que los médicos trabajamos cuando no estamos en nuestra mejor forma física y mental simplemente para evitar las molestias a los demás y la inevitable necesidad de pagarle a alguien más tarde. Así, entre otras cosas, exponemos potencialmente a otros compañeros de trabajo y a los pacientes a enfermedades transmisibles. Ignorando el mismo consejo que damos a nuestros pacientes.