Homenaje a los médicos y enfermeros fallecidos atendiendo pacientes durante la epidemia del Coronavirus.

Tribute to doctors and nurses who passed away caring for patients during the Coronavirus epidemic.

Doctutor

“…yo no sé lo que me espera, lo que vendrá después de todo esto. Por el momento hay unos enfermos a los que hay que curar” (1) (p.119).    

En el momento de escribir este artículo 1º de Mayo, se han infectado por coronavirus en España 41.239 profesionales sanitarios y a 8 de abril habían muerto 26. No he podido encontrar una cifra más actualizada. En este enlace podéis encontrar sus nombres y una breve biografía de cada uno de ellos. (https://cadenaser.com/ser/2020/04/08/sociedad/1586325379_363621.html)

Doctutor quiere rendirles homenaje a todos ellos, a los que siguieron cayendo hasta hoy mismo, a los que desgraciadamente pueden seguir muriendo mañana…

Nuestra sensación de lejanía se intensifica por un malestar que no podemos definir: la pérdida y la tristeza ha estado y están en el ambiente de muchos centros sanitarios estas semanas. Tememos perder, o tal vez ya hemos perdido, a las personas que amamos. Y cuando reunimos el coraje para mirar más allá de nuestras esferas personales individuales, vemos que muchas personas que han mejorado el mundo en el que vivimos, bien sea de una forma modesta bien de una manera ostensible, han desaparecido antes de que ninguno de nosotros estuviéramos preparados para dejarlos ir.

No estábamos preparados para esto, no imaginábamos su partida. Pero la realidad es dura y ahora queremos saber “por qué” y así buscamos justificación a sus muertes. Hay algo que nos resuena en ellas transcendente,…que nos llega muy dentro a cada uno de los que compartimos profesión, aunque no sólo a los que compartimos profesión. Pero si que hay algo en ese punto que nos da el trabajo común como médicos o enfermeros, que nos ha hecho que conociendo sus muertes nos miremos también a nosotros mismos. No estamos buscando motivos para el orgullo, sencillamente rastreamos en sus tragedias en busca de sentido… y sí, un sentido que nos ayude a explicarnos un poco más a nosotros mismos y a lo que hacemos cuando vamos cada mañana al Centro de Salud o al Hospital. Porque algo muy claro nos dice que, aunque no hayan sido héroes, sí los consideramos ya ejemplares, únicos, modélicos. Entonces me pregunto por ese “por qué” y lo encuentro una vez más en la aceptación ejemplar que cada uno de ellos hizo de su rol como profesional sanitario. En algo tan simple pero tan difícil de conseguir como ha sido su compromiso con su deber para con los demás, para con sus pacientes, así de sencillo y así de difícil. Una valentía insoslayable, como la que destacaba Bernard Rieux, el médico de La Peste, cuando se justificaba ante Tarrou de por qué hacía lo que hacía todos los días atendiendo a los enfermos en la epidemia a pesar de tanto peligro… porque, “cuando se ve la miseria y el sufrimiento que acarrea, hay que ser ciego o cobarde para resignarse a la peste” (p.119). Ninguno de ellos se resignó cuando la enfermedad apareció, sencillamente respondieron a lo que se suponía que tenían que responder y “para esto no hay mas que un solo medio: combatir la peste. Esta verdad no era admirable: era solo consecuente” (p.126).  

Pero ese sentido del deber y de la honestidad profesional al que todos ellos supieron dar respuesta, ¿qué es lo que encierra? Una vez más ¿por qué? Probablemente sea cierto que quizás no sea algo para admirar, que sea solo consecuente, y creo que es así porque para un médico es consecuente cuidar a su paciente, este es el bien que el paciente espera de nosotros, este es el bien que antepusieron todos ellos y dejándose la vida en esta tarea se convirtieron así para todos nosotros en ejemplos de “hacer el bien”. Y subrayo ese “bien”, que representa el “bien salud” en el sentido más amplio de lo que esto significa, seguramente ignorado hoy día por muchos profesionales médicos también. Ese “bien salud” que se ejemplifica concisa pero precisamente en el final del aforismo: “…acompañar siempre”, incluso en el adverbio final “…siempre”. Porque es la razón de ser como profesionales sanitarios con lo que todos nos hemos comprometido, pero que ellos lo ejercieron de una forma descarnada y a la vez natural, tal vez conscientemente, tal vez sencillamente dejándose llevar, tal vez luchando contra ese “siempre”, que al final se impuso en todos, porque era lo correcto. Sea de una forma o de otra, la narrativa personal de cada uno de ellos me revela una coherencia de una estética superior, bella y perfecta, además de hacerme atisbar en ellos fortalezas de acero…¡cómo me hubiera gustado verles, en sus modales, sus sonrisas, en el tono de sus voces, y el brillo de sus ojos a la cabecera de sus enfermos!…No tuve esa suerte, pero me lo puedo imaginar y sí me lo quiero imaginar para contárselo a mis alumnos de medicina, para que ellos puedan a su vez intuir cómo se hace “el bien” en nuestra profesión. A través de ellos de sus vidas y de sus muertes. Y puedan así mis jóvenes alumnos aprender a dar a nuestras tecnologías el lugar que merecen en la futura misión que tendrán como médicos y enfermeros. Porque esto es algo que solo se hace como ellos lo hicieron, demostrándolo en lo que les tocó, desgraciadamente tuvieron que pagarlo demasiado caro y así nos dieron esta lección. Todo, sin embargo, se me antoja en ellos tan natural, y espontáneo…sin heroísmos grandilocuentes, sin martirios, tanto en los que se dejaron llevar, como en los que lucharon por conservar el fuego que sentían en su interior y que nunca apagaron.

Nos han pasado ese fuego y así nos han recordado nuestra hoja de ruta. A todos ellos,
¡Gracias Compañeros/as! 

  1. Camus A. La Peste. Barcelona: Pocket Edhasa, 1996


     

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