El Regalo de la Salud: El testimonio de Dieter*

Resumen: El testimonio de un enfermo de cáncer (Dieter), ejemplifica el poder terapéutico de La Presencia y es el punto de partida para una reflexión sobre su naturaleza y sobre los problemas que conlleva ignorarla.

The Gift of Health: Dieter’s testimony*

Summary: The testimony of a cancer patient (Dieter), exemplifies the therapeutic power of The Presence and is the starting point for a reflection on its nature and on the problems that come with ignoring it.

Cada vez son más los foros, reuniones, retiros, etc, generalmente organizados por asociaciones de pacientes o de profesionales sanitarios, en los que el objetivo principal es compartir “experiencias sanadoras”, esto es, aspectos de la atención sanitaria y de la relación sanitario-paciente que contribuyen poderosamente al que lo ha vivido a alcanzar o acercarse a un bienestar relacionado con la salud, que se traduce, si no en la curación, sí en un elevado grado de alivio, comfort, satisfacción, incluso alegría y fortaleza para afrontar la realidad de una enfermedad o discapacidad. 

Hace ya algunos años tuve noticias de un foro de este tipo: El “Commonweal Cancer Health Program”. Este era un lugar para ese tipo de reuniones y reflexiones, al que acudían personas con cáncer. Allí durante las jornadas de “retiro” (pretendían precisamente crear un clima de aislamiento en comunidad que favoreciese una reflexión personal y compartida), cada mañana, se mantenía una sesión de discusión, la cual generalmente empezaba con un breve periodo de meditación. En una de esas sesiones, uno de los asistentes, llamado Dieter fue el primero en hablar*. 

Con una voz suave y profunda Dieter dijo al resto de asistentes lo importante que era para él reunirse con otras personas con cáncer, personas que podían comprender su experiencia, iniciando entonces su relato sobre su médico, un oncólogo, que le había estado tratando con quimioterapia durante algún tiempo.

Cada semana Dieter iba a la consulta de este médico donde se le administraba su inyección y después de eso él y su médico tranquilamente, charlaban durante unos breves momentos, no más de diez o quince minutos. Dieter aseguraba que hasta que empezó a frecuentar las reuniones de la “Commonweal Cancer Health Program”, este médico era la única persona con el que pudo hablar honestamente, el que entendió las experiencias que él estaba viviendo.

El cáncer cambió la vida de Dieter. Desde entonces (desde su diagnóstico) su vida cambió y en especial se dio cuenta de la soledad a la que su enfermedad le abocó. Se dio cuenta que muchos de sus conocidos evitaban estar con él, o no querían oir sus experiencias de enfermedad o les resultaba difícil comprenderlas. Algunos se mostraron tan afectados por el dolor que sufrió durante algunos periodos que Dieter no tuvo más remedio que protegerlos no hablando del tema o minimizándolo. Sin embargo, su médico si lo comprendía. Durante diez o quince minutos cada semana él podía hablar de ello a alguien que le escuchaba, que no precisaba de explicaciones, que no “lo sentía”.

Poco tiempo después Dieter empezó a sospechar que la quimio ya no le ayudaba. Convencido finalmente de que esto era así, habló con su médico y le sugirió dejar la quimio. Le preguntó si podía, sin embargo, venir cada semana para hablar con él. El médico le respondió un tanto abruptamente: “si vas a dejar la quimio, ya no hay nada más que yo pueda hacer por ti”.

Dieter se sintió excluido y apartado. “Cuando hablé de dejar la quimioterapia, mi médico se puso serio. Le consideraba como a un amigo, pero cuando le mencioné esto, nuestra amistad se cortó. Era con él con quien hablaba. Su amistad significaba mucho para mí”. Entonces Dieter decidió continuar con su inyección semanal de quimioterapia, tan solo por mantener aquellos escasos momentos de conexión y comprensión con su médico.

La gente del grupo con cáncer escuchaba el relato de Dieter con atención. Hubo entonces un silencio y Dieter dijo: 

“El amor de mi médico era tan importante para mi como la quimio, pero él no lo sabía”.

Esto que Dieter dijo, es algo sobre lo que merece la pena reflexionar. Generalmente, los médicos piensan que lo que ellos puedan querer a un paciente no interesa demasiado y que lo único de valor que pueden ofrecer a sus pacientes es su conocimiento y maestría en el domino de las habilidades diagnósticas y terapéuticas. La formación médica suele hacer énfasis en estos aspectos, mostrándose escéptica y cerrada sobre el valor del amor o el cariño hacia los pacientes, cuando no claramente en contra.

Por diferentes razones Remen cuanta que uno de los asistentes a esas sesiones  tuvo una conexión con el médico de Dieter: este oncólogo fue también su paciente. Semana tras semana desde las profundidades de una depresión crónica este médico le confesaría a su terapeuta que nadie le había prestado la más mínima atención, que nadie se había preocupado por él, que no le importaba a nadie, decía, que era solo una bata blanca más en el hospital, para su mujer, el que pagaba la hipoteca, para su hijo, el que afrontaba su matrícula y otros gastos. Nadie se daría cuenta si desapareciese siempre que algún otro estuviese allí para pasar consulta o sacar la basura. De esta manera, lo que Dieter le estaba ofreciendo aquí a su médico era la misma validación, la misma sanación que este le dio a él, pero su médico se vio atrapado en una sensación de fracaso porque no pudo curar el cáncer, y no pudo recibirla.

Comentario

Ser un enfermo terminal de cáncer es un buen ejemplo de lo que Karl Jaspers llama “Situaciones límite”, situaciones de crisis existencial, tales como aquellas que generan sufrimiento, culpa, violencia, indecisión, enfrentamiento, soledad, abandono y muerte (Jaspers). Estas crisis existenciales representan la cara más oscura de la vida y aún nos son ineludibles. Frecuentemente, la gente en situaciones de crisis existenciales acude a sus médicos buscando ayuda. Mi impresión es que muchos de nosotros no sabemos darles respuesta. Sin embargo, esto nos lleva a enfrentarnos nosotros mismos “cara a cara con nuestros límites”. Franz Kafka, en su cuento “Un médico rural”, dice: “Escribir una prescripción es fácil, pero llegar a comprender a una persona es arduo”.

¿Cómo podemos nosotros como médicos ayudar a nuestros pacientes en tales situaciones? ¿Qué les podemos ofrecer? Tal vez, lo único que podamos ofrecerles simplemente sea nuestra “Presencia”: nuestra conexión, implicación, y relación con ellos.

Las situaciones límite, tales como el sufrimiento, la culpa, la soledad o la muerte, tienen urgencia, fuerza y autoridad. Es decir, que estas situaciones no pueden ser ignoradas ni por el paciente ni por el médico. Ralph Harper afirma que, “La Presencia es clave cuando uno intenta encontrar una salida a una situación límite…algo en el espíritu humano aboga por que nuestros homólogos se muestren presentes”. Esto pasa porque cada uno de nosotros no se ve a sí mismo, excepto en el espejo de la pared o en los ojos de otro (Harper).

Dieter, el protagonista de este relato, como otros muchos enfermos de cáncer, lo que buscaba era asegurarse de que al final no se va a encontrar solo. Lo que quiere es que alguien le acoja (le haga saber que su dolor y su sufrimiento, sus miedos tienen sentido e importan). Nos damos cuenta en su relato que Dieter demanda con urgencia, fuerza y autoridad la presencia que solo le puede ofrecer su médico. Lo que realmente valora de su oncólogo no es la quimio (él, de hecho, quiere dejarla) sino el sentarse a su lado y hablar reposadamente unos minutos tras haberla recibido (incluso él acepta someterse a los rigores de este “tratamiento” solo por la presencia de su médico). El utiliza la palabra “amistad” e incluso también la palabra “amor” para describir la relación que él desea tener con su médico.

Para su desgracia, su médico parece estar cerrado a esa presencia y es incapaz de ofrecerle su plena atención, el “regalo” de sí mismo como un todo, al que lo necesita. La historia termina con un potente apunte sobre el aislamiento (el aislamiento del propio médico). El oncólogo tiene tan mermada su capacidad para responder al paciente que no puede percibir la validación que él mismo busca en su propio trabajo, incluso cuando se encuentra frente a él. A este respecto, R Remen dice que muchos médicos se encuentran en el devenir de la vida con sus ojos cerrados. La manera en la que los médicos pueden evitar situaciones como esta es aprender a practicar la Presencia, incorporando  algunos de los hábitos que la determinan (como la disponibilidad, la escucha, el intercambio y la reflexión).

Harper R. On Presence: Variations and Reflections. Philadelphia, PA: Trinity Press International, 1991
Jaspers K. La Filosofia: Desde El Punto De Vista De La Existencia: 77 (Breviarios). Mexico: Fondo de Cultura Económica, 2024
Kafka F. Un médico rural. Pequeños relatos. Barcelona: Acantilado, 2024


(*) El testimonio de Dieter lo recoge Rachel N Remen en su libro “Kitchen Table Wisdom: Stories that Heal” (Riverhead Books, NY 1996), el cual se tradujo al español bajo el título: “El buen Camino de la Sabiduría” (Ediciones B; 2001). Algunos de los comentarios que aparecen aquí sobre este testimonio están sacados de la presentación que el Dr Stephen J. McPhee, dió el 10 de Febrero de 1999 en la Universidad de Loma Linda. La totalidad de esta presentación está disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=w5BHpDob-fE



     

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