Junio 2024: Renovando la educación médica: Premisas para tutores

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En este número de Doctutor utilizamos diferentes pero complementarios escenarios, como son el clínico (el encuentro médico-paciente) y el educativo (la formación clínica de residentes y estudiantes), para poner el énfasis en la forma en que comunicamos con nuestros pacientes y nuestros estudiantes/residentes. Por una parte, Jose Ramón Loayssa en su artículo titulado, La relación médico-paciente, entre lo terapéutico y lo disfuncional”, reflexiona sobre nuestra vinculación como médicos con los pacientes desde un punto de vista habitualmente ignorado. Su argumento es que el tratar de proteger a los pacientes de aquellas relaciones que refuerzan “modos de vivir” patológicos, y prevenir formas de actuar como profesionales que no consideran las necesidades profundas de aquellos y que, de esta forma, no promueven cambios sanadores, representa un modo de ejercer la práctica más habitual de lo normal y sobre la que generalmente no reflexionamos. En el fondo esta reflexión apunta a un ejercicio ético de la relación que conduciría al médico a preguntarse continuamente sobre cuál es el tipo de relación que más le conviene a su paciente, y situar en esta las intervenciones promotoras de cambio psicológico y de bienestar subjetivo. El autor, médico de familia con un gran bagaje y experiencia en salud mental, nos ofrece una visión fundamentada del problema así como algunas estrategias de intervención útiles. 

En los siguientes dos artículos queremos resaltar la importancia del empleo de determinadas actitudes y estrategias comunicativas por parte del tutor o del educador de cara a su relación con el aprendiz especialmente (pero no únicamente) en entornos de formación clínica. Para ello ofrecemos un trabajo de varios colegas americanos (Brown et al), “Una guía para tutores en el cultivo de la seguridad psicológica del residente y el estudiante donde ofrecen una guía sencilla a emplear por parte de los educadores con estos fines. Sabemos que los residentes y estudiantes están sometidos por las propias características del aprendizaje clínico a grandes desafíos y exigencias. Un entorno del aprendizaje clínico caracterizado por el desequilibrio de poder, la vergüenza, la humillación, el maltrato y los sentimientos de impotencia y miedo inhibe el crecimiento personal (cuando no lo deterioran ostensiblemente). La creencia de que uno puede asumir riesgos interpersonales abiertamente (denominada aquí “seguridad psicológica”) sería para estos autores un elemento clave para transformar este tipo de formación. Este artículo pretende ofrecer “un kit” de técnicas tangibles y sencillas para que tutores y educadores clínicos puedan emplear con el objetivo de cultivar la seguridad psicológica en la formación de residentes.

Sin embargo, creemos que estrategias como estas pueden ser catalogadas como “simplistas” si no encuentran una base consistente, que las ancle en modelos suficientemente contrastados o al menos fundamentados sobre lo que representa el aprendizaje para la persona, lo cual a su vez supone coherencia con teorías psicológicas convincentes acerca del “yo” (self). Por esto hemos querido, si no “oponer” con ánimo de polémica a esa colaboración, si ofrecer esta perspectiva que a nuestro juicio convierte esas estrategias de intervención propuestas, no en epifenómenos sin fundamento, sino en auténticas herramientas relacionales que encajan en una consideración de la persona propia y diferenciada: considerar la educación ante todo como el principal motor del desarrollo personal. En nuestro artículo Seis premisas para renovar la educación médica”, retomamos así la importancia de fundamentar las propuestas educativas en la racionalidad de una educación basada en la relación y para ello insistimos en la importancia que ofrece el marco conceptual del “encuentro interprocesual”, cuya premisa sobre el yo (self), no se alinea con la tradición psicológica clásica que lo considera como un autonomous self , “centrado en sí mismo”, que establecería un proceso de desarrollo con el único objetivo de conseguir que el entorno sea coherente consigo mismo, sino con una concepción del desarrollo humano ligado principalmente a la relación con el otro, que prioriza el desarrollo personal tanto del aprendiz como del educador frente a la adquisición de competencias (que sería la consecuencia de lo anterior y no al revés). El artículo ofrece nuevas claves para entender lo que este modelo significa en la práctica pedagógica entre tutor y residente o estudiante y ofrece seis premisas que todo tutor debería aplicar para conseguir una educación basada en el aprendiz y contribuir a su “seguridad psicológica”, entendida esta como desarrollo personal

Finalmente, Sara Pascual Soler, residenta de medicina de familia en su 4º año nos ofrece la narrativa clínica titulada Mis inicios en las despedidas.



     

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