Dos Relatos Cortos*
Concha Álvarez Herrero. Médica de familia en Madrid
(*) Relatos presentados en la I Jornada Internacional de Narrativa Clínica celebrada en la UFV (Madrid) en Enero 2023
El libro de mis muertos
Los médicos de familia llegamos a querer, mucho, a muchos de nuestros pacientes.
Formamos parte de sus vidas porque nos las van contando, historia a historia a lo largo de años. Hablan de nosotros en las sobremesas, nos felicitan el día de nuestro santo, comparten con nosotros sus décimos de lotería y nos regalan por navidad; nos preguntan si estamos casados, si tenemos hijos, si viven nuestros padres…; cuando faltamos de la consulta, se preocupan por si en vez de irnos de vacaciones hemos estado enfermos o, con temor, indagan si nos hemos ido a trabajar a otro Centro…
Formamos parte, pero no somos uno de ellos. Se ajustan a nosotros y conforman parte de nuestra vida pero, cuando se marchan, no nos despedimos. Antes sí; antes, tañían las campanas y salíamos en su sonar corriendo con la bata puesta, en zuecos, al viejo camino del cementerio. La negra comitiva se detenía al instante, al vernos delante de la puerta del Centro adonde vienen enfermos, y donde presentábamos nuestros respetos a la familia y a los amigos, a cada vecino, si es que el paciente era nuestro. Lo hacíamos, cuando este lugar era un pueblo. Años más tarde, cuando la ciudad creció rodeando la plaza grande hasta llegar a combar la valla de los cipreses tuertos, las despedidas se despidieron.
Por eso, cuando comencé a trabajar en la ciudad, tuve que escribirme a los muertos.
Sé que no estáis todos. Algunos fallecisteis sin yo saberlo, sin que jamás os llegara a echar de menos, así perdidos en la no memoria, en las prisas o en el hospital lejos.
A pesar de ello, en esta íntima y gris Zona Cero habitáis más de doscientos desde que, en el día de vuestra muerte, anoto vuestro nombre con esmero en el libro de mis muertos, para vuestra eterna honra y para mi solitario consuelo.
Lucas o el 24 de Junio.
Ayer, un paciente mío desde hace años, que padece una psicosis severa y que se hace llamar Lucas -pero que se llama Juan-, me regaló un décimo de lotería.
No es la primera vez que lo hace, ni el único que lo hace, pero él es, fue, especial.
Su comportamiento habitual en la vida es asocial y muy agresivo. Delira. Está en el paro, vive solo en un cuchitril, tiene múltiples drogodependencias, múltiples enfermedades, múltiples tratamientos…; incluso está –debería estar- tomando sintron; pero él -claro- no viene a los controles, ni pide cita, ni sabe esperar un turno, ni ni… Es rechazado igual que rechaza, por todo y por todos.
Lucas ha cambiado de domicilio, y ya no pertenece a nuestro Centro. Pero ayer, 24 de junio, pidió cita, acudió sobrio, aseado, esperó a que le llamara, me pidió por favor que no dejase nunca de atenderle, y me regaló un abrazo y un décimo de lotería envuelto en un guiño: «un regalo por el día de mi santo».
O sea, que sabe que se llama Juan.