Tanto viaje en tan breve tiempo…*
Santiago Alvarez Montero. Médico de familia. UFV (Madrid)
(*) Relato presentado en la I Jornada Internacional de Narrativa Clínica celebrada en la UFV (Madrid) en Enero 2023
Tras su blanca bata, que se extiende sin solución de continuidad en una también blanca mesa, él se conduele ante el relato plagado de angustia, tristeza y resentimiento de la mujer. Tal había sido el rosario inacabable de traiciones conyugales: saetas cargadas de ponzoña que se dispararon al ser descubiertas una a una, destrozando la carne, el cuerpo y la vida…
Estando en esto suena a todo trapo un timbrazo electrizante y desabrido: “Debo dejarte —dice él como quien se disculpa—, parece que tenemos una emergencia”. Y su corazón, ya sin bata ni mesa, súbitamente pasa de condoler a condolerse, de templar a destemplarse, de tranquilizar a intranquilizarse…
Su mirada vira enérgicamente, en los pocos segundos que le separan del área de urgencias, hacia el mundo de las abstracciones: “protocolo básico de reanimación, pasos a seguir, cabeza fría, pies a tierra, manos rápidas…” En la recepción se lo encuentra en silla de ruedas: varón, unos 50 años, apenas sostiene la cabeza, pero todavía puede balbucir que ha ingerido algo a lo que es alérgico.
Sin bata ni mesa, su corazón cede entonces sitio a su cerebro: el paciente se está chocando. Como es el primero en llegar, toma el mando del equipo: monitorización, vías, suero a chorro, medicación intravenosa, aviso a la ambulancia para hacer el traslado al hospital… Y el equipo compacto, disponible. El corazón se va ensanchando en un espacio sereno, de dominio contagioso. Y todo fluye.
De vuelta al despacho ella ahí sigue, más pacientemente que antes, ahora con un leve gesto inquisitivo. “Ha ido bien afortunadamente —le dice él—, volvamos a lo nuestro”. Y mientras ella retorna a su disgusto, su encrucijada, su derrumbe, él aún da vueltas a lo previo, extraviado, como en la fuga de una neuronal inercia… Y se da cuenta… Y retorna su mirada a su aquí y a su ahora: ella, ese rostro, esos gestos, esos relatos doloridos. Y se pregunta, en un penúltimo fugaz destello despistante: “¿cómo es posible tanto viaje en tan breve tiempo?”