Aquí tiene las cenizas

ARB
Médica de Familia en el C de S de San José de Linares (Jaén)

Los días anteriores las autoridades sanitarias habían anunciado el estado de alarma frente al coronavirus. Supongamos que hablamos de Lucía (nombre paradójico, que yo asocio a luz y sin embargo la situación era particularmente oscura) quien había visto a su padre acatarrarse, pensó que era uno más de los tantos episodios anteriores. Pero esta vez, parecía que lo veía y sentía peor. Su tos era especialmente más intensa, apenas unas décimas más de lo habitual y su dificultad para respirar les inquietaba a ambos. Finalmente Lucia decidió acudir al servicio de urgencias del hospital y tras una exhaustiva valoración decidieron ingresarlo. La noche siguiente empeoró y tuvieron que pasarlo a la unidad de cuidados intensivos (¿por qué la salud de las personas parece complicarse por las noches?).

Ahora, Lucia recuerda sus pensamientos durante las largas horas pasadas en aquella sala de espera. Le resulta curioso cómo en esos momentos no pudo evitar hacer balance de la vida de su padre o mejor dicho con su padre. Se paraba en algunos de los recuerdos más significativos para ella y sospechaba que también lo habrían sido para él. No sabe precisar cuántos años tendría cuando fueron al pinar a buscar la fuente de donde manaba un agua verdosa que la ayudaba a mejorar sus placas de psoriasis, y cómo antes de su regreso a casa tiraban juntos piedras a los pinos piñoneros, consiguiendo algunas piñas que luego asaban en el horno de la cocina de carbón. Sin embargo, sí recuerda cuando ya adolescente su padre la acompañaba al conservatorio, pacientemente esperaba en el coche y juntos regresaban a casa, mientras tarareaban alguna canción.

Así habría seguido, recopilando vivencias y emociones si no hubiera sido interrumpida por el médico intensivista de guardia que la fue preparando para lo peor (no está respondiendo al tratamiento y la neumonía ha afectado a ambos pulmones). En la visita de esa tarde, ella vio a su padre rodeado de tubos, adormilado, como si le costara respirar; y en un momento breve los ojos de ambos pudieron contactar y de alguna manera se despidieron. Durante la noche, su estado se complicó. Apenas amanecía le dieron la temida noticia. Se había ido, en silencio. Tras unas breves gestiones, se planteó el incinerar el cuerpo y tras interminables horas uno de los médicos le entregó la urna con las cenizas.

(17.3.2020)



     

1 respuesta

  1. Sonia dice:

    Te acompaño en tu dolor, «Lucía», qué bonitos recuerdos conservas de tu padre. Al final lo que dejamos es este mundo son todas esas ocasiones que hemos compartido con otros y hemos dado todo nuestro cariño. Ojalá mis hijos y familiares puedan conservas muchos de esos momentos conmigo. Un fuerte abrazo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *