Enamorarse del médico: Dos experiencias
Médico de Familia
CS de Cabo Huertas (Alicante)
Las relaciones interpersonales son, a menudo, complejas. Las que se establecen en el ámbito laboral más aún, si cabe, por las largas horas de convivencia, a veces en espacios estrechos y cerrados en los que se comparten muchas cosas. Las relaciones interpersonales profesionales en el entorno médico merecen una consideración especial y son las que abordaré a continuación con unas situaciones particulares, aparentemente no muy frecuentes, pero de especial significado.
Los médicos, como otros profesionales y trabajadores, trabajamos con y sobre personas. En nuestra relación personal y profesional llegan a establecerse verdaderos lazos de afecto, e incluso de amistad, con nuestros pacientes por la especial relación que se genera entre un paciente y su médico a lo largo, muchas veces, de toda una vida en la recepción y prestación de los cuidados médicos. Esa posición privilegiada de que disfrutamos los médicos en la relación con nuestros pacientes es una característica que hace a nuestra profesión una de las más bonitas y atractivas y, especialmente la de médico de familia, mejor consideradas socialmente.
Pero como en otros aspectos de la vida, esas relaciones profesionales esconden ciertos riesgos y peligros que acechan sigilosamente y que, de vez en cuando, saltan por los aires. Me refiero a los casos en los que los médicos abusan de la confianza de sus pacientes y traspasan y transgreden las mínimas normas de respeto, violentando la sagrada relación médico-paciente y ocasionando daños, a menudo, irreparables. Son sonados en los medios de comunicación los casos de abusos sexuales de un médico a su paciente femenina.
Existe, por el contrario, una situación pienso que igualmente infrecuente que es el enamoramiento de un/una paciente de su doctora/médico, objeto de mi artículo.
A lo largo de más de 20 años de carrera profesional como médico de familia en diferentes centros de salud he sido consciente de al menos dos casos de mujeres que, implícita o explícitamente, han mostrado estar enamoradas de mí, situación ciertamente embarazosa, como podrán imaginarse con facilidad. Y digo haber sido consciente porque es posible que haya habido otros casos que no he percibido. Ignoro las estadísticas de mis compañeros sobre este tema, pero me consta algún caso similar vivido por algún/alguna compañero/a.
Al poco tiempo de terminar mi periodo de Residencia y ejerciendo como médico de familia interino en un centro de salud urbano, viví mi primera experiencia. Transcurridos más de 20 años desde aquella vivencia, los recuerdos que aún hoy conservo son los de que se trataba de una mujer rubia de unos 40 años (yo por aquel entonces rondaba los 28 años) que presentaba un trastorno depresivo y que acudía con regularidad a mi consulta en busca de su medicación. Aún recuerdo su mirada, sus gestos, su comportamiento, que no eran otros distintos de los de una mujer enamorada de su médico. Simplemente se sentaba en la silla cuando la invitaba a hacerlo, solicitaba su medicación y miraba entusiasmada a su médico, con una media sonrisa de felicidad, hasta que concluía la visita y educadamente se marchaba. Recuerdo que, a menudo, buscaba el contacto físico estrechándome la mano ligeramente a su llegada y a su partida, cuando se ruborizaba. Aunque nunca los hechos pasaron de ahí, fui consciente desde los primeros compases de lo que estaba sucediendo en esta paciente y admito que no me sentía nada cómodo, pero nunca le dije nada. Por esas fechas, una compañera me comentó que periódicamente recibía flores en su consulta de un admirador anónimo que nunca llegó a identificarse, aunque ella sospechó de varios pacientes como posibles enamorados.
El segundo caso, unos 10 años más tarde, fue sustancialmente distinto aunque en esta ocasión admito mi inocencia inicial. Se trataba de una mujer de aproximadamente mi edad por aquellas fechas que, tras varias visitas previas por distintos problemas de salud que hoy no recuerdo y varias insinuaciones sutiles que sólo a posteriori pude entender, un buen día se presentó en la consulta con una verdadera carta de amor de dos folios que leí estupefacto y, sin saber muy bien qué hacer, guardé en su historia clínica (en un sobre de papel por aquel entonces). Días después, de nuevo en la consulta y tras haber comentado el caso con mis compañeros, volvió a pedirme, abiertamente, un pronunciamiento, una respuesta a su carta. Lógicamente le indiqué que la relación que ella pretendía era imposible y, decepcionada, me solicitó la devolución de su escrito que, como un documento médico, ingenuamente había guardado en su historial médico. El caso terminó ahí y no tuvo mayores consecuencias, al margen del impacto emocional, entiendo que mutuo, y la ruptura de la relación profesional médico-paciente.
Son dos casos en los que las pacientes se habían enamorado de su médico, amores imposibles pero reales que vician la relación profesional médico-paciente y la desvirtúan porque la llenan de un mundo subjetivo de emociones y sentimientos incompatible con la ecuanimidad, el respeto mutuo y la objetividad que deberían presidir un acto médico (sabemos, no obstante, que en nuestra práctica médica cotidiana esto no siempre es así y la mayoría de las veces las emociones del médico y del paciente sobrevuelan el encuentro).
Por distintos motivos (cambio de centro de trabajo en el primer caso y ruptura de la relación médico-paciente y cambio de cupo médico por parte de la paciente en el segundo) las relaciones profesionales con ambas pacientes se interrumpieron, entiendo que para bien de ambas partes, pero estos casos no dejan de alertarnos sobre este delicado asunto que algunos podrían etiquetar de romanticismo pero que está ahí acechante y que, una vez detectado, debería suponer la ruptura inmediata de la relación profesional médico-paciente dada la incompatibilidad que genera. Enamorarse del médico, entiendo, es definitivamente incompatible con la prestación de los cuidados médicos por parte de éste.
Doctor Pertusa:
En el primer caso que expone, y debido a su juventud e inexperiencia, puede que equivocara los sentimientos de esta señora rubia, que aún recuerda después de 20 años… En primer lugar, si tenía un trastorno depresivo era una persona muy vulnerable. Tendría que ser un poco más explícito al escribir sobre cómo le miraba, cómo gesticulaba y cómo se comportaba. Sentarse cuando usted se lo pedía, solicitar su medicamento, esbozar una sonrisa y marcharse educadamente, sólo indican que era una SEÑORA. En cuanto al contacto físico, de estrechar la mano significa, ahora y hace 20 años, simple y llanamente “buena educación”. Imagino que en el transcurso de estos años habrá aprendido que estrechar la mano, dar una palmadita en la espalda y sonreír es lo que deberían hacer los médicos con sus pacientes. Estará de acuerdo que esto es lo que se llama empatía y que, algunos médicos, han olvidado.
En el segundo caso, creo que la tendría que haber desviado a un profesional de la psiquiatría ya que nadie, en su sano juicio, escribe una carta de amor. Sea médico, abogado, carpintero, fontanero, etc. porque dejar esos mensajes, por escrito, son muy comprometedores.
También convendría recordar que son algunos médicos los que se comportan de forma “extraña”. Yo me he encontrado en alguna situación incómoda para mí…
Por último, en cualquier relación interpersonal pueden surgir sentimientos fuertes, llámese amor o fantasía. ¿Qué hay de malo en que un médico/a se sientan atraídos por un/a paciente o viceversa? Si a mí me sucediera, sería tan sencillo como cambiar de médico. Si el sentimiento fuera mutuo, él ya no tendrían ningún problema en acercarse porque ya no incumpliría su Juramento Hipocrático ni ningún tipo de Código Deontológico.
¿ Sabe cual es la diferencia entre Dios y un médico? Que Dios no se cree médico…
Atentamente,
Rita
Simplemente fabulosa respuesta. Las narrativas apuntan algo grotescas, ya que pudiera ser que la primera persona tan solo se sintiera cómoda y comprendida por su médico, eso es algo muy común. puesto que los médicos son lo más parecidos a un sacerdote, la gente suele verles con admiracion gracias a lo grandioso que su profesión implica y no por eso forzosamente es amor.
La segunda en realidad creo que se trataba de alguien confundida, insisto los médicos en mi ver son las personas más admiradas y la admiración implica ciertamente amor. no sé qué es lo que la chica escribió pero es obvio que no debió ser nada cómodo aquel rechazo, pues pareciera fue grotesco, lo que a mi parecer no ayuda mucho en el tratamiento o auto estima de nadie.
No comparto su opinión, a pesar de que trabajo como médico, no todos somos iguales así que sería bueno que no nos metieran a todos en un mismo saco (Rita y Genny). Y ante todo no me considero Dios por ser médico, porque antes de estudiar y después de un título o muchas especializaciones, sigo siendo un ser humano al igual que mis pacientes. Por lo que siento y padezco al igual que todos. Como todos saben a veces las hormonas juegan un papel fundamental en nuestras vidas, por otro lado el ser humano es un individuo que siente el deseo de interrelacionarse con otros, por lo que es muy factible que le hayan sucedido estas experiencias querido colega. En mi opinión le puedo decir que eso mismo que experimentaron sus pacientes puede haberle ocurrido a usted, pero como no fue el caso usd lo ve de manera como bien lo describe en su artículo ACECHANTE, y lo ve así por que no siente lo mismo que sus pacientes por usted. Pero ahora lo pongo a pensar si fuese correspondido este sentimiento medico-paciente de igual manera se sentiria ACECHADO? no lo creo. Me ha pasado muchas veces este tipo de situaciones pero no por eso dejo de seguir con mis pacientes ni ellas dejan de asistir a mis consultas. Dentro de todo seguiré siendo su médico a pesar de las diferencias sentimentales que existan. Quiero concluir diciendo que nadie deja que ocurra lo que no quiere que ocurra. JA
Sinceramente, creo que el asunto no es para tanto. Me explico: puede suceder, y de hecho sucede que entre médico y paciente surja una especie de atracción física, lo cual es natural. Uno no es responsable de lo que siente, pero sí de qué hace con lo que siente.
También es muy frecuente que más allá de las supuestas fantasías que el médico o el paciente tengan en su cabeza, ejemplo a mi me puede gustar mucho un médico y crea que por su amabilidad ya también le atraigo, también es posible que no sean solamente fantasías que uno teje en su cabeza, sino que pasen a tener relaciones íntimas derechamente, incluso cuando el médico o el paciente son personas casadas. De hecho, ha sucedido.
Como a mi esto ya me ha sucedido 2 veces, es decir ha surgido atracción física con dos médicos que ha llegado a culminar en relaciones íntimas, lo más probable es que ese «romance clandestino» dure un periodo y se mantenga al mismo tiempo la relación médico-paciente, hasta que uno de los dos decida terminar la «relación» ya sea porque ya se saco las ganas y vivió lo suficiente y desea seguir con su vida normal, sin componentes extraños. Y ahí, la relación médico – paciente también se va a terminar, porque generalmente el que es rechazado o cortado va a terminar alejándose igual, al ver que la relación amorosa no continua y para no sufrir decide cambiar de médico, ha sufrido un golpe en su ego o en el peor de los casos se estaba enamorando o entusiasmado mucho con el romance y va a quedar un poco resentido.
No digo que el que sufra siempre sea el paciente, el cual luego que el médico decide no continuar con el romance clandestino queda «sufriendo», también puede ser el propio médico, el cual tras el paciente decidir alejarse de el, no contestarle sms, llamadas, whatsapp, correos electrónicos, etc, queda en estado de shock, y ahí el paciente que abandona al médico decide buscar otro especialista, porque ya le seria incómodo visitar al mismo profesional, sabiendo que el médico quería seguir en la relación amorosa y la paciente no.
Son muy pocos los casos en que médico y paciente deciden dejar la relación amorosa en buenos términos y continuar como si nada la relación profesional.
Hay de todo: médicos que marcan una distancia abismante con el paciente, médicos que son más cálidos, médicos que siendo cálidos, han demostrado alguna atracción hacia el o la paciente y médicos que derechamente van a todas con el paciente.
No digo que este bien o mal que entre paciente y médico surja una atracción y más encima culmine en relaciones íntimas. Simplemente son cosas que suceden.