«Solar» de Ian McEwan. Anagrama 2011
Comentario: Roger Ruiz Moral
En la ultima obra de Ian McEwan este escritor inglés vuelve a mostrarnos su faceta más irónica y despiadada en relación a los poderes y las instituciones respetables de nuestra sociedad. Si en “Ámsterdam” eran los políticos y la aparente neutralidad de los medios de comunicación, aquí les llega el turno a los científicos y a la verdad indiscutible del cambio climático. En nuestro entorno cultural la ciencia ha alcanzado un estatus de privilegio difícilmente discutible. Aunque tal vez en los últimos años y en especial con la crisis económica están surgiendo discursos dogmáticos e irracionales con especial profusión y desde luego bastante amenazadores, la ciencia sigue gozando de cierta invulnerabilidad. Tanto las personas que se refugian en el paraguas de la ciencia oficial como lo que sale de sus bocas o sus comportamientos tienen un respeto y una credibilidad casi absolutas. La ciencia influye en las costumbres de los ciudadanos y muchas de las estrategias que nuestros políticos nos venden, pretenden fundamentarlas en sus postulados y resultados. Solar, el último libro de McEwan tiene múltiples lecturas; entre la visión irónica del cambio climático y la caricaturización del mundo científico, me quedo con esta última. Para ello el autor crea un interesante personaje, un respetable y en este caso laureado científico: el físico británico Michael Beard. El Dr Beard es un físico que en sus años más jóvenes trabajando en el terreno de la energía fotovoltaica elaboró una brillante teoría conocida como la Combinación Einstein-Beard por la que recibió el Premio Nobel. A partir de aquí el prestigio de este gordito, bajito y promiscuo científico se disparó y le abrió multitud de puertas. Pero sobre todo le dio credibilidad para opinar en casi cualquier cosa que el quisiera.
McEwan, en la novela nos revela la vida privada de este sujeto en un espacio de 10 años que va desde el 2000 hasta el 2009 y donde le suceden una serie de avatares entre los que destacan el divorcio de su quinta mujer, y sus amoríos con un par de mujeres más, su papel como director de un instituto de energía renovable donde uno de sus jóvenes colaboradores sufre un desgraciado accidente del que se beneficia este respetable profesor para relanzar su mustia carrera científica, esta vez con un claro enfoque mercantilista. Lo que resulta especialmente atractivo de esta novela es la desmitificación de un personaje al que la sociedad le otorga un papel preeminente. El contraste entre sus responsabilidades y reconocimientos sociales y su miserable vida y forma de pensar. Efectivamente Beard se nos presenta como un sujeto incapaz de amar, francamente deshonesto con los que le rodean, egoísta y hasta perezoso, ávido de riquezas y de poder, con debilidad por cualquier aspecto carnal, bien sea en el terreno sexual, como en el gastronómico, incluyendo aquí su propensión al alcohol. Pero este tipo es Premio Nobel, lo que le confiere un prestigio del que se vale para sus fines personales. La vida y obra de Beard es una visión satírica del mundo científico y del montaje que muchos de los miembros de la comunidad científica han hecho para beneficiarse ellos mismos. Aunque otro mensaje de interés y tal vez menos ambicioso sea sencillamente el mostrarnos que los protagonistas de nuestro tiempo, en cualquiera que sea su campo de actuación, no dejan de ser seres humanos con sus debilidades y sus miserias a los que, fuera de su “área de maestría” (si es que realmente son maestros) y en muchos casos aun dentro de esta, deberíamos de exigirles lo mismo que a cualquier otra persona. En este sentido el libro puede verse como una invitación para que desarrollemos y ejerzamos una crítica responsable y no únicamente con los políticos, a los que parece demasiado fácil criticar y destruir, sino con esos eminentes químicos/físicos, ingenieros, médicos, muchos de ellos profesores, investigadores,… Solo una reflexión final: ¿Quién en su campo profesional no conoce directamente a algún profesor o colega que tiene un factor de impacto altísimo (me refiero al científico) y que sin embargo como persona no deja de considerarle un zafio (quiero decir marcadamente deshonesto)?